El presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, vive las horas más convulsas desde que llegó al Palacio de San Telmo. Hasta ahora había sorteado todos los problemas con una sonrisa, con buen tono y con soltura. El comodín del novato le sirvió hasta ahora, porque la sombra de la gestión socialista era muy alargada. El electorado incluso lo premió con una mayoría absoluta. Tras siete años gobernando y encarando la recta final de su segunda legislatura en el poder, con la convocatoria electoral a la vuelta de la esquina, se ha encontrado con su primera gran crisis y necesitará algo más que propaganda para salir de ella indemne.
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