La sociedad se ha decantado. Es un clamor popular tanto de la derecha, como del centro o de la izquierda: la gente no quiere que se derogue la prisión permanente revisable, pero, una vez más, los políticos no quieren escuchar.

Les aterra el uso y abuso que podría hacerse de ella, dicen. Y yo me pregunto ¿por qué? A fín de cuentas sería aplicable solo a una docena y media de personas como mucho que han cometido crímenes tan horrendos y premeditados que es muy difícil, por no decir imposible, que se arrepientan, que se curen de su maldad, y se vuelvan buena gente, gente decente, gente compasiva tras su paso unos cuantos años por la cárcel. Yo no digo que no existan los milagros, ni tampoco que no funcione la reinserción, no. Estamos hablando de personas con instintos criminales muy primarios y falta total de empatía por el prójimo que al salir de prisión sabemos, así lo demuestran las estadísticas, van a reincidir. Y ellos también lo saben, les van a soltar después de muy pocos años. No es peligroso matar…

Todo el que escuchó al debate sobre ese tema en radio o televisión quedó traumatizado por los argumentos que se esgrimieron en el Congreso en tanto los padres, que habían sufrido en sus cuerpos y almas la terrible tortura de saber que se había arrebatado la vida a sus seres queridos bajo suplicio, miraban impotentes desde la tribuna cómo politizaban su dolor. Sentí vergüenza ajena ante la mezquindad de nuestros señores diputados.

Los políticos en este país se están acostumbrando a no escuchar a quienes les votan y olvidan el principio más elemental de su razón de ser y es que si están ahí es para representarnos y, aunque a nivel personal no les guste lo que pensamos o queremos, ellos tienen que acatar lo que se les pide, y si no que se vayan a sus casas.

La cárcel es una lacra con un coste social muy alto, por eso abogo para que los prisioneros se costeen su estancia, otro clamor popular. Porque en nombre del buenismo estamos cometiendo el disparate de pedir a nuestros jóvenes con preparación y muchos estudios a sus espaldas que trabajen para comer (pagándoles poco) y en cambio damos de comer gratis a quienes han hecho daño a la colectividad. Yo no digo que se vuelva a la Edad Media, digo solo que estamos siendo de tan buenos, tontos.

En las redes hay otro clamor popular tan ensordecedor que, por lo visto, solo los políticos no lo escuchan, y es que se acaben los privilegios de toda la clase política, un auténtico agravio comparativo para el resto de la sociedad.

Los políticos nuestros están cometiendo el mismo error que la nobleza antes de la revolución francesa en el país vecino: no escuchar el clamor popular. Yo les pediría que se aplicaran, que estudiaran un poco de historia, y que tuvieran cuidado porque el pueblo está pero que muy harto.

Escritora y columnista de La Voz de Alcalá.

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