Guárdenos Nuestro Señor Jesucristo de sufrir el Síndrome del último mono, el cual no es más que una serie de síntomas que, siendo el último en llegar, sufre todo aquel que logra meter la cabeza en el sistema de la administración pública, incluida la local. Y para ello rezaremos la siguiente oración a modo de áurea letanía lauretana: Dejaré de ser el director del Universo. Aprobar unas oposiciones no me faculta para ser una especie de Dios. La idolatría es pecado. Alegre la mañana que nos habla de ti. Me alegraré de ver que otros compañeros tienen trabajo, aunque no hagan oposiciones. Me alegraré de ver que cada uno tiene un camino distinto para llegar a ese puesto de trabajo.
síntomas que, siendo el último en llegar, sufre todo aquel que logra meter la cabeza en el sistema de la administración pública. Incluida la local.
El trabajo nos hará libres. Todos los caminos llevan a Roma. Trataré a mi pareja con cariño, y entenderé que no es necesario rodearle el cuello con mi antebrazo. Viviré agradecido por el pan blanco de los días. Viviré sin miedo a perder mi plaza de oposición. Viviré gozoso de ver que los demás también merecen la vida aunque no hayan aprobado una oposición. Un arquitecto está tan perfectamente capacitado para dar clases de matemáticas como cualquier otro licenciado y/o graduado. Respetaré tanto al becario y al auxiliar de archivo como a la limpiadora. Sólo así seré capaz de liberarme del Síndrome del último mono.

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Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Juan Carlos I. Varios másters de gestión de gestorías y experto profesional de las letras y las matemáticas de toda la vida. Experiencia de más...