El 19 de febrero fue el cumpleaños de Carmen Martínez Mingorance, la centenaria de más edad en Alcalá, con 103 años de vida, pero sobre todo de historias y recuerdos de una localidad que no muchos conocieron.

«¿Yo? De Alcalá de Guadaíra, de tó la vida», dice orgullosa, acomodada en el sofá de su casa donde recibe a La Voz de Alcalá con su tarta de cumpleaños; junto a ella, uno de sus hijos, José, y su nuera Liliana, con los que vive.

La Alcalá del pan, las casas de vecinos y el agua dulce del pilón de El Perejil. «El agua de Alcalá se terminó. Y el pan. El de ahora no es de Alcalá». Carmen es la menor de nueve hermanos, todos ellos fallecidos con más de 90 años, aclara su hijo; y todos ellos panaderos «solamente uno era barbero». Trabajadora desde los 14 años, ella misma aprendió el oficio cuando no era temporada de aceitunas para estar en el almacén. «Yo al cole- gio solo fui dos cursos, para aprender a leer y escribir nada más, porque había que trabajar. El colegio Pedro Gutiérrez, lo estrené yo. El Parque, el Hotel Oromana y el Matadero, todo eso también lo hizo Pedro Gutiérrez.»

«El agua de Alcalá de Guadaíra se terminó. Y el pan. El de ahora no es de Alcalá»

Enviudó a los 33 años, sacando adelante a sus tres hijos, seis nietos y cinco bisnietos, sin haber perdido, aún hoy, sus ganas de vivir y seguir aprendiendo. «Ahora me entero de cosas que yo no sabía», dice en referencia a la televisión; «quería que compráramos una tablet», explica entre risas su nuera. «Al principio, la vecina de enfrente, que era la que tenía dinero, había comprado la tele y nosotros nos poníamos en la puerta a mirar.»

¿Y qué época era mejor? «Antes, claro. La gente era más sencilla, ahora todo el mundo va corriendo para todo. ¿Para qué? Yo soy una persona tranquila. La gente va hoy nada más al dinero y a engañar.» Y le siguen una marea de historias y anécdotas que Carmen revive entusiasmada: vecinas sentadas en las calles, que se iban a comprar pidiéndoles a otras que le «dieran una vuelta» a sus hijos; el tren, de camino a Sevilla, que se podía coger casi andando y que esperaba a los que faltaban porque todo el mundo se conocía… Hoy, dice, hasta en los pisos, la gente se muere y nadie se entera, «pero hay que seguir viviendo con eso». ¿Y lo mejor de Alcalá? «El pilón con el agua dulce para las bestias, y al que venía a beber la gente de Sevilla, la plaza del Duque, preciosa, donde ponían música e íbamos todos a bailar, y la feria allí y en el Águila.» Ante su manera de explicar estas cosas, no queda más que asentir con la cabeza y reaprender.

«Lo que no me gusta es donde han hecho el teatro, debajo del castillo», añade decidida, «porque si al castillo le da por caerse, adiós teatro». Carmen sopla las velas de su tarta y sonríe, una vez más, a la ciudad que la vio crecer, sufrir y luchar, a Alcalá de Guadaíra, con sus cambios. Y que ambas cumplan muchos más.

Nacida en Sevilla y graduada en Periodismo, su pasión desde que tenía 11 años. Lectora voraz, escritora empedernida y defensora de la profesión como forma más auténtica de entender el mundo. Viajar,...

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