Las oposiciones a registrador de la propiedad son las más difíciles de España. Al menos, eso se dice en los círculos estudiantiles cuando alguien, con más ingenuidad que valentía, comienza a plantearse estudiar para ellas. 

El de María Luisa López Fernández no fue uno de esos casos. Con tan solo 26 años ya puede decir que es registradora de la propiedad, la primera de Alcalá y una de las más jóvenes de España. Su secreto es el equilibrio perfecto entre motivación y disciplina, diseñar un sueño y dedicarse en cuerpo y alma a conseguirlo.

No ha sido un camino fácil. Entró en el Doble Grado en Derecho y Gestión y Administración Pública sin saber siquiera si le iba a gustar el derecho y no fue hasta hacer prácticas en un bufete cuando su jefe la animó a prepararse para entrar en el Registro de la Propiedad. A partir de entonces fue una carrera de fondo: 372 temas divididos en sesiones de estudio diarias, generalmente de 14 horas, nunca menos de 12.

«Era una minusválida social», confiesa. Y es que sí, sí pasa algo por «no estudiar un día». Durante los tres años que le ha llevado aprender de memoria el temario al completo ha tenido un poco de todo: desde su familia y amigas más íntimas apoyándola en todo momento hasta el resto de su círculo social, que no logró comprender la importancia del reto que estaba asumiendo. Al final, sonríe, «quedan quienes valen la pena». Su preparadora, Paloma Villalobos, registradora en Dos Hermanas, ha sido su gran soporte, «en los buenos y en los malos momentos».

En su voz se transparenta la pasión que la ha movido a través de su periplo de opositora en ciernes. Ahora, desde lo más alto del podio, no está segura de cómo llegó a superar las últimas etapas. Cada dos años el Estado saca 45 plazas de registrador de la propiedad, que en 2018 se han disputado 790 personas. La última fase del proceso consiste en tres exámenes, dos orales y un tercero escrito, de nada menos que seis horas de duración, al que en esta ocasión pasaron solo 68 personas. «Cuando llegas a ese punto una parte de ti quiere irse a casa y olvidarlo todo, pero tienes que intentarlo. Tienes que sacar fuerzas de donde ya no quedan y darlo todo».

Salir de la universidad y permanecer más de tres años en «modo avión, con la disciplina de una academia militar», no es fácil. «Lo peor es la incertidumbre, seguir adelante día tras día sin saber si lo estás haciendo bien o no, si llegarás a conseguirlo o te quedarás en el camino». El segundo examen dejó a las puertas del triunfo a compañeros «con muchísimo nivel».

Las claves que rescata Luisa de su trabajo son en su mayoría solo psicológicas: «mantener la cabeza fría, fortaleza mental, disciplina» y, por último, «ponerle corazón». En un objetivo que requiere de un esfuerzo como este, «si no te gusta es imposible». También le ha ayudado ponerse metas claras, a corto y medio plazo, y nunca perderlas de vista.

¿Es la suya una victoria de la cultura del esfuerzo, de esa que tal vez se esté ya perdiendo? Ella no lo ve así. «No creo que se esté perdiendo la cultura del esfuerzo, pero la gente no cree en sus sueños, tira la toalla demasiado pronto, quizás por inseguridad… Y hay que creer en los sueños». Personalmente se siente «una afortunada» por haber encontrado lo que le gusta, lo que le apasiona. «Para luchar por algo, primero hay que encontrar algo por lo que estés dispuesto a luchar», reflexiona.

La pasión por el trabajo que aspiraba a realizar, y que es ya su futuro, no le ha faltado. El Cuerpo de Registradores de la Propiedad, algo más de 1.000 personas en toda España y unos «grandes desconocidos», según reconoce, se ocupa del tráfico jurídico de los inmuebles o la lucha contra el blanqueo y, para esta registradora de apenas 26 años que llegó a Derecho buscando saber más sobre la guía social que constituye, se trata de una labor crucial.

IES Cristóbal de Monroy

Atrás quedan los años de su Bachillerato en el IES Cristóbal de Monroy, el centro que vio nacer su interés por el derecho y que la formó para acceder a la carrera que, después, se convertiría en su pasión.

El centro, personificado en su directora María Quirós, ha sido uno de los más felices admiradores de la meteórica carrera de Luisa y también uno de los primeros en felicitarla. Presumen con orgullo de haber formado parte de su desarrollo porque saben que no hay muchas como ella.

Entre felicitaciones y enhorabuenas, para Luisa es por fin momento de descansar. Ya ha jurado el cargo y en agosto tomará posesión de su puesto pero, toque el destino que toque, si de algo está segura es de que todo ha merecido la pena.

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