Alejandro Mallado es un alcalareño al que la aventura de navegar los mares le cambió la vida. En la Navidad de 2012 decidió embarcarse en el Galeón Andalucía para surcar el Atlántico. Viajó más de 10.000 millas náuticas durante 20 meses, atracando en puertos de República Dominicana, Puerto Rico y la costa este de Estados Unidos. Ale, como le llaman sus allegados, se aventuró tras una llamada de la Fundación Nao Victoria para que documentase fotográficamente la expedición por la ruta de indias. Él, que hasta entonces sobrevivía con algunos trabajos precarios, vio una oportunidad para contar historias y ganarse la vida. Un barco que no iba a dejar escapar.

No tenía idea del mar y le costó mucho esfuerzo que la tripulación le acogiera, pero al final se impuso su carácter extrovertido y consiguió ganarse la confianza y la amistad de los otros marineros. Partió desde el puerto de Barcelona y tras una escala en Santa Cruz de Tenerife pasaron 17 días hasta que volvió a ver tierra en Santo Domingo. A partir de ahí comenzaron a atracar en distintos puertos, donde los trataban como a estrellas de rock, recuerda Ale. Tras meses navegando alrededor de la península de Florida y atracar de nuevo en San Juan de Puerto Rico conoció a una puertorriqueña, Laura, de la que se enamoró. ¿Quién dijo que los marineros dejan una novia en cada puerto? Ale a pesar de ser un marinero «canalla» se bajó del galeón y, junto a ella, comenzó una nueva aventura allende los mares, en Chicago. Hasta allí se fueron porque Laura, doctora psiquiatra, estaba realizando una especialización en niños y adolescentes en un hospital de la ciudad. Él, rápidamente encontró trabajo en el Instituto Cervantes de la ciudad como comunity manager, lo que le permitió seguir en contacto con la fotografía a través del Flamenco Festival de Chicago que organiza la institución española en su teatro.

Sin un interés previo por el flamenco comenzó a fotografiar a artistas, fue labrando su estilo y buscando el instante decisivo de Cartier-Bresson en el dolor y el desgarro de cada expresión. Ahí es donde Mallado encuentra la belleza. El flamenco es universal y traspasa barreras culturales o lingüísticas, así lo constató el fotógrafo alcalareño al ver cómo la gente lloraba en los teatros sin entender lo que estaban escuchando. «Ese es el instante decisivo». Ale también comenzó a fotografiar en el Flamenco Festival de Nueva York que se celebra en el New York City Center, donde pudo fotografiar a Sara Baras, una de las artistas que más deseaba inmortalizar.

Precisamente, a Nueva York se trasladó con Laura, una vez que ella terminó su especialidad en Chicago y le ofrecieron un contrato en el Hospital de Columbia de la capital neoyorkina. Allí, el fotógrafo recurrió a sus contactos del Instituto Cervantes y pronto fue contratado como gestor cultural. Pero la vida bohemia no da de comer ni tiene horarios compatibles para convivir con el resto de los mortales, así que Ale acabó dejándolo. No obstante, continuó con la fotografía de flamenco, aunque ésta quedó relegada a un segundo plano para dar paso a una vida más estable en una ciudad tan grande que le daba «vértigo».

Al poco tiempo, surgió una plaza en la misión de España en las Naciones Unidas. Fue seleccionado y comenzó a trabajar como administrativo. Sin embargo, a las dos semanas cambió de puesto e inició su etapa como secretario del embajador representante permanente de España ante la ONU, Agustín Santos Maraver. Así es como termina un niño de El Barrero en Nueva York a sus 39 años.

Alcalá vista desde Nueva York

Sus profesiones, sus idas y venidas, y sus experiencias le han hecho reflexionar sobre el estado de su ciudad: «ha estado muerta mucho tiempo y tenemos que ganar la calle». Ale recuerda con cierta envidia como en San Agustín, un pueblo pequeño del estado de Florida conocido por ser el asentamiento europeo más antiguo ocupado hasta la actualidad en Estados Unidos, tienen un castillo del tamaño de La Plazuela y lo mantienen vivo durante todo el año con actividades, mientras que en Alcalá «tenemos la fortaleza medieval más grande de Europa muerta de risa». El fotógrafo alcalareño considera que un modelo mixto para el Festival flamenco Joaquín el de la Paula con actuaciones en el Castillo y en el barrio de San Miguel, además del Riberas del Guadaíra, sería una de las mejores formas de darles valor, al Castillo y al Festival. «Podríamos tener uno de los mejores festivales del mundo, pero hay que tener ganas, ideas y dinero», como en EEUU que «tienen el valor del prestigio inculcado» y eso «nos falta». En Alcalá «no sabemos vendernos muy bien» y «el miedo a defendernos nos deja en los márgenes».

Ale Mallado también mira a Alcalá con cierta nostalgia. Más allá del flamenco hay una cantidad de ritos y tradiciones que no se conocen en el mundo y que le gustaría documentar porque se perderán con el tiempo. «Estando fuera se aprecia cierto carácter espiritual en cosas que antes pensaba que eran aburridas» y «he encontrado la magia dentro de eso que nos conforma como cultura y nos hace ser como somos».

Si algo le queda por hacer a Ale Mallado es exponer en Alcalá una muestra de las fotografías que tomó durante su aventura en el Galeón y de su colección de flamenco. Es una espina clavada, que tarde o temprano acabará sacando.

Licenciado en Periodismo. Actualmente La Voz de Alcalá, Sevilla Actualidad y En Andaluz. Antes en Localia TV y El Correo de Andalucía.

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