Y yo me iré, y se quedarán los pájaros cantando (J.Ramón Jiménez).
Al principio del confinamiento, por marzo, se escuchaban los pájaros, debido a la ausencia de ruido. Ellos me despertaban por la mañana, muy temprano. El graznido del mirlo me levantaba de la cama. Después vinieron más y los gorriones empezaron a volar por el patio y, poco a poco, fueron haciéndose dueños de él. Habían cogido confianza y se cagaban en la mesa, las sillas, en el suelo.
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