Hay muchos oportunistas que no van a dejar escapar la coyuntura que les brinda la maldita pandemia del coronavirus para sacar rédito político. La enfermedad está dejando víctimas mortales, decenas de contagiados y millones de personas confinadas en sus casas. En este contexto de catástrofe, con los hospitales colapsados y el sistema al límite de sus capacidades para atender de la forma más humana posible a los ciudadanos, saltan a la palestra personas, no precisamente anónimas, que intentan pescar en río revuelto. En los mentideros cibernéticos de Alcalá existe una lucha pseudopolítica, pseudsocial y pseudocaritativa para ver quién hace más mascarillas en menos tiempo y quién las entrega al colectivo más desfavorecido para que el agradecimiento se acabe convirtiendo en un voto en las próximas municipales. Esto no es más que jugar con el miedo de la gente para hacer política. Algo que se ha venido haciendo en Andalucía desde hace décadas con el hambre del pueblo. Por un lado, la alcaldesa de Alcalá aprovecha el trabajo de muchas personas que voluntariosamente han cosido en sus casas hasta 7000 mascarillas para vender, desde su perfil personal, el logro. Incluso se fotografía en la lavandería de San Juan de Dios, acompañada por la delegada de Servicios Sociales, con un estado de alarma prorrogado y endurecido. ¿Era una actividad esencial fotografiarse con las mascarillas en esas instalaciones? ¿Era esencial la presencia de dos cargos públicos en la imagen mientras que la actividad política se realiza por videoconferencias para evitar el contacto directo? La labor solidaria de cientos de personas se ve ensombrecida por actitudes poco elegantes que demuestran la debilidad de su gestión en estos tiempos de crisis.

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Licenciado en Periodismo. Actualmente La Voz de Alcalá, Sevilla Actualidad y En Andaluz. Antes en Localia TV y El Correo de Andalucía.