Cristianofobia

Cada Navidad rememoramos el nacimiento de Jesucristo. Predicó el amor al prójimo y el perdón. El cristianismo es uno de los tres pilares de la civilización occidental, junto con la Filosofía griega y el Derecho romano. El libre albedrío, la misericordia y la caridad, una vez secularizados, cimentaron la libertad, la igualdad y la fraternidad democráticas. Sin embargo, desde hace tiempo muchos de los actuales poderes fácticos de Occidente están empeñados en hacer desaparecer o ridiculizar y desprestigiar el cristianismo para que se desconozca e infunda rechazo. La mayoría de las principales televisiones de España evitan hablar de la labor social de la Iglesia pero repiten hasta la saciedad todo aquello que pueda dañar su imagen: la exención del IBI (como si fuese la única institución que no lo paga), las denuncias de pederastia (como si el mensaje evangélico quedase invalidado por los delitos de las personas), las inmatriculaciones… Hay que ser muy sectario para negarle a la Iglesia el derecho a inscribir en el registro de la propiedad sus catedrales e iglesias. «Jamás he oído a ningún alumno no cristiano sentirse molesto por ver un belén» Hay inspectores de educación (en Alcalá los hemos sufrido) que, «motu proprio» o siguiendo directrices de partido, no quieren que se monte el tradicional belén en los centros de enseñanza. Aducen que un belén puede molestar a los alumnos de otras religiones. Jamás he oído a ningún alumno no cristiano sentirse molesto por ver un belén. Estos inspectores tratan de esconder su intransigencia laicista atribuyendo una intolerancia y una cristofobia generalmente inexistentes entre los fieles de otras confesiones. En estos momentos el Museo Reina Sofía ofrece una exposición de un autor que consiguió cierta celebridad con sus obras anticristianas. Los organizadores han considerado oportuno que la muestra coincida con la Navidad a fin de suscitar alguna polémica que pudiera dar publicidad a un artista casi olvidado, pese a que en su día algunos museos dilapidaran ingentes sumas de dinero público en él. Sus instalaciones no me escandalizan nada. Me parecen trasnochadas, facilonas y falsamente transgresoras. Me pregunto si en vida hubiese sido capaz de vejar la imagen de Mahoma como vejaba la imagen de Jesús. Suscitar rechazo no implica que una obra de arte sea buena o mala. Pero la auténtica transgresión nunca sale gratis. El arte transgresor no entra en los museos hasta que deja de serlo.Creemos que vivimos en una sociedad tolerante y abierta, pero realmente está más vigente que nunca aquella sentencia del Salvador que advertía: «Seréis odiados de todos por causa de mi nombre, pero el que persevere hasta el fin, ese se salvará» (Mateo 10, 22). https://www.lavozdealcala.com/hazte-socio/

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Javier Jiménez

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