Recogieron la mesa y guardaron las cosas en el cajón de Sol, aunque el anillo se lo metió Juan en uno de los bolsillos interiores de la chaqueta. Colocaron en el centro el jarrón de porcelana blanca lleno de flores secas de colores. Apagaron las luces y cerraron la puerta acristalada de la trastienda. Sobre el mostrador de madera de la librería dejaron encendida una lamparita con una pantalla de cristal verde. Colocaron el cartel de «Regresamos en breve» colgado del ganchillo interior de la puerta de entrada, también acristalada, para que lo pudieran ver los clientes que se acercaran a la librería durante la mañana.
Le habían puesto «La nocturna», tal vez porque era siempre por la noche cuando podían ponerse a hablar de la librería que querían montar en la plaza de Tribunales, junto a varias librerías jurídicas que estaban allí. «La nocturna» era rara avis entre esas otras muy frecuentadas.
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