El regreso de José Antonio Francés a la redacción de La Voz de Alcalá, la cabecera que dirigió y que fue su segunda casa hace veintisiete años, tiene ecos literarios. Nada más pisar el local de General Prim, ubicado a pocos metros de la primera sede del periódico, al escritor le sobreviene la sensación de estar atrapado en Cien años de soledad junto a unos personajes –Aureliano Buendía, José Arcadio, Úrsula Iguarán…– que «se repiten de forma cíclica».

En su imaginación, la actualidad que, en su día, fue noticia reaparece, como si nada hubiera cambiado, y los protagonistas se «transmutan»: una Ana Isabel Jiménez que devora a su padre político, Gutiérrez Limones, quien, a su vez, devoró a Hermosín…

Sin embargo, Francés reconoce que las «conspiraciones versallescas» ya no le interesan como cuando dirigía el periódico. Ahora vuelve a la redacción para adentrarse en vericuetos más apasionantes: los de El laberinto de las nueve llaves, la novela infantil que acaba de publicar.

– La obra trata de un niño enfrentado a una pesadilla, con una cacerola incrustada en la cabeza. ¿Tiene algo de Metamorfosis este libro?
– Sí, tiene elementos surrealistas, oníricos, kafkianos; pero el modelo más cercano es el de Alicia en el país de las maravillas. Es la historia de un chico detestable, como son casi todos los adolescentes por cuestiones hormonales, que aparece en un lugar extraño, Caótica, e inicia un periplo muy fatigoso para volver a casa, como en la Odisea.

– La estructura es clásica, pero el tratamiento de los personajes y los capítulos remite a los videojuegos.
– El protagonista debe superar fases y tiene una serie de armas que va empleando. En cada escenario aparece un sereno que le canjea cosas de valor por llaves…

– Este acercamiento a los videojuegos no es una novedad para ti…
– Tuve una experiencia hace años, cuando contaron conmigo para escribir el guión de Hidalgus, un videojuego de rol sobre un personaje del Siglo de Oro español, Fue apasionante. La forma de escribir es totalmente diferente. No tengo ni idea de cómo será la narrativa del futuro, pero es evidente que las nuevas tecnologías acabarán creando nuevos géneros, por ejemplo adaptados a mensajes de 144 caracteres.

– Incluyes guiños a la realidad y momentos duros en la novela. Hay poca dulzura Disney.
– Con la edad, soy cada vez más respetuoso con el público. No hay que hablarle a los niños como si fueran tontos. Mi hija de cinco años me pregunta sobre la muerte, y yo escribo sobre ello, pero utilizando metáforas o un universo creativo que conecte. Los cuentos de los hermanos Grimm eran crueles y sin final feliz en muchas ocasiones. Intentaban trasladar un aprendizaje a los niños, como «no te juntes con desconocidos».

– Tampoco hay una moraleja directa, evidente.
– No quería moralina, porque el lector juvenil al que va dirigido, en el momento que la husmea cierra el libro. La novela no da lecciones de nada, pero sí invita a reflexionar sobre determinados temas. En la aventura, el chico sufre constantemente, no entiende por qué está allí, y a base de golpes va aceptando la realidad y se va transformando poco a poco. Pero sin que eso sea evidente. En el fondo, todo ese mundo fantástico, absurdo, es una metáfora de diferentes aspectos de la sociedad. Se trata la verdad, la justicia, la madurez, la educación… Es el mundo de los adultos, con muy pocas leyes y certidumbres; un mundo falso, dominado por intereses bastardos. Y yo lo que hago es enfrentar a un joven inocente con un mundo salvaje y violento. Y, claro, eso no es agradable.

– ¿Es más complicado escribir para jóvenes que para adultos?
– Los últimos cinco libros que he escrito los he hecho con la aspiración de hacer un buen libro para niños que lo puedan leer los adultos sin problema, y pensando siempre en los grandes clásicos de la literatura juvenil, como La isla del tesoro, de Stevenson, o La historia interminable, de Ende. Son libros para jóvenes, pero que tienen diferentes capas de lectura para que cualquier lector pueda encontrar algo interesante.

– Parece que la literatura juvenil resiste.
– Dentro del mundo editorial, es un nicho de mercado bueno, aunque tiene poca repercusión mediática. Hace tres años publiqué La familia Grimaldi en la colección «El barco de vapor», y se han vendido más de 6000 ejemplares. Hay ediciones de grandes novelistas que no venden eso. Estoy seguro de que el autor de Fray Perico y su borrico ha ganado más dinero que Javier Marías con su última novela, y eso que este es uno de los grandes novelistas de los siglos XX y XXI.

– Le dedicaste muchos años de tu vida al periodismo y, en especial, a esta publicación, La Voz de Alcalá. ¿Qué recuerdos o sensaciones te trae aquella etapa?
– La sensación después de haber sido director del periódico hace 27 años es que hay otra gente que, con el mismo rol y con la misma intención que yo, están llevando a cabo un proyecto. Los prototipos, en el fondo, son los mismos. Esto lo trata mucho Milan Kundera en sus novelas. Borges, también. Por ejemplo, en El hacedor, con unos personajes condenados a repetir un drama. Aquí pasa lo mismo, y más en los pueblos. Si se entiende el tiempo de una forma circular, no tenemos capacidad para tomar decisiones. Pero también está el libre albedrío, y cada uno es libre de decidir en qué parte se sitúa.

– ¿Qué representa para ti La Voz de Alcalá?
– Para mí fue una escuela de periodismo, aquí me formé y aprendí a escribir. Tuve un gran desgaste personal, pero eso se olvida con la edad. No me arrepiento para nada de mi pasado en el periódico. Tengo la sensación de haber cumplido con un cometido social durante un tiempo. Cometido que no lo hice para obtener reconocimiento, sino porque sentía que lo tenía que hacer. Creo que dejé una semilla que otra gente ha podido continuar, y eso te llena de orgullo, como cuando un padre ve que su hijo ya ha acabado la carrera y está trabajando. Yo siento el mismo orgullo por vosotros que un padre. Y al mismo tiempo, no me siento especial, ni creo que me tengan que poner una calle por eso. 

– Si tuvieras que dejar tu trabajo de profesor y novelista para volver al periódico, ¿a qué tema le dedicarías un reportaje?
– Por ejemplo, a la cantidad de fábricas abandonadas que hay en Alcalá, quiénes son los dueños y qué se podría hacer con ellas. También hay realidades ocultas, que no son carne de titulares y me interesan, como los alcalareños que están investigando contra el cáncer. Es una realidad social potente. Si no es por el trabajo de algunos alcalareños, esto sería un erial.

Periodista y guionista. Doctor en Periodismo y Máster en Guión y Narrativa Audiovisual. Interesado en la cultura en (casi) todas sus manifestaciones: literatura, música, cine, artes plásticas...

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