El periodista Ignacio Díaz Pérez publica un retrato de la generación que «cambió la música».

La magdalena de Proust huele a tostada con mechá y café en Baltanás. El ligaíto lo obviamos, porque «después hay que coger la moto». Ignacio Díaz Pérez (Sevilla, 1972) se sorprende de lo que ha cambiado el bar, mientras recuerda las reuniones con amigos para ver el partido del Plus o las horas dedicadas a La Voz de Alcalá, donde se ocupó de casi todo, desde la redacción hasta la dirección.

Veinticuatro años en Alcalá dieron para muchos bares —el Buy, el Swing, La Cochera— y cabezadas en el Casal. Ahora vuelve para hablarnos de su Historia del rock andaluz.

Aparte de los bares, ¿qué experiencias te llevas de La Voz de Alcalá?
Estuve a principios de los noventa, cuando empezaba en el periodismo. Lo recuerdo como una etapa positiva, en la que se hablaba mucho de política. Hermosín salía de la Alcaldía por el «caso Guerra» y en el PSOE se pensaba en Limones como recambio. A Limones se le consideraba un JASP, Joven Aunque Sobradamente Preparado.

Si nos centramos en tu libro y lo equiparamos a una historia de la civilización, ¿cuál sería la Altamira del rock andaluz?
La prehistoria se fragua en Nueva York y en otros sitios que no son necesariamente Andalucía. En ella están Miles Davis y su disco Sketches of Spain, que no es jazz ni flamenco, pero tiene esa filosofía de combinar dos estilos musicales aparentemente incompatibles entre sí. También están el Rock Encounter, de Sabicas; o el grupo Flamenco, de los hermanos Garrido. En la Prehistoria más cercana a la escritura podríamos considerar ‘El garrotín’, de Smash.

¿Y quién descubre el fuego?
Triana enciende por primera vez la vela y después otros grupos siguen esa luz. En esa génesis están, además, los nombres de los productores Gonzalo y Javier García-Pelayo.

Además de alumbrar, ¿fue Triana también la Roma del rock andaluz?
Hay civilización a partir de Triana. La calzada que siguió el resto de bandas, cada una con sus diferencias, la montó Triana.

¿Se sintió cómodo Camarón con los rockeros?
Camarón tenía una personalidad retraída, pero en La leyenda del tiempo fue él quien buscó a Ricardo Pachón, y se sintió a gusto, aunque el disco terminó siendo un fracaso comercial y la crítica fue dura. Ahora se considera una obra maestra. Manuel Molina defendió el álbum y dijo que con él había que mamar.

¿Qué vínculo tuvo el rock con la política?
En sus inicios no tuvo vínculos, pero en el momento que ese movimiento cala y la gente lo sigue en masa para reivindicar «lo andaluz», empieza a utilizarse políticamente. Sin embargo, los músicos no estaban en esa línea. En la famosa «Gira histórica», de 1980, esos grupos acudían a los mítines porque les gustaba disfrutar de la música. Salvo Manuel Gerena o Carlos Cano, que sí tenían un compromiso, los demás no tenían esa inquietud. La movida madrileña también se utilizó, y no lo critico. Era un momento que España necesitaba ese discurso en la calle, después de cuarenta años de franquismo.

¿Se le bajó el volumen a esta música?
No, las discográficas no impusieron ese estilo. Al contrario, los creadores andaluces abrieron las puertas en las compañías. El éxito de Triana hizo que algunas casas quisieran incluir a otros grupos de ese estilo en su catálogo. Pero eso decayó a medida que los gustos de la gente cambiaban. Se le puso esa etiqueta de rock andaluz y empezó a constreñirse.

¿Quién marca el ritmo de la edad contemporánea del rock andaluz?
Hay muchos grupos andaluces. Están Zaguán, Malabriega, Medina Azahara… Esta música, a nivel formal, sigue viva; pero el rock de los setenta surgió como experimentación, y ahora es un ejercicio de mimetismo, para mantener algo que gusta.

Periodista y guionista. Doctor en Periodismo y Máster en Guión y Narrativa Audiovisual. Interesado en la cultura en (casi) todas sus manifestaciones: literatura, música, cine, artes plásticas...

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