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En la casa de Saray Benítez siempre se vivió el flamenco como una parte más de lo cotidiano. Se escuchaba casi todo el día Camarón de la Isla. Cuando salían de viaje, se mareaba mucho y su padre paraba en la primera gasolinera que había y le compraba una cinta del cantaor de San Fernando. «Me llevaba todo el camino escuchando La leyenda del tiempo, lo que fuera, hasta que me las aprendía de memoria», recuerda. También se escuchaba mucho al Lebrijano y más se acercó a los cantes de Antonio Mairena, de Fernanda y Bernarda, de Juana la del Revuelo, de Aurora Vargas...
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