En la serena, aunque fría noche del sábado 25 de febrero, se celebró por quinto año consecutivo, el Vía Crucis con el Santísimo Cristo de la Vera Cruz, en el Monasterio de Santa Clara, organizado por la Antigua y Franciscana Sección de la Venerable Archicofradía Sacramental de Adoración Nocturna al Santísimo Sacramento, de la que es Titular.

El Señor aparecía colocado en las gradas del presbiterio, apoyada la cruz en sendos cojines, y escoltado por tres ramos de claveles rojos y dos candeleros. Lucía para la ocasión el paño de pureza de color morado brocado en oro que ya estrenara el pasado año.

A las 19:30, hora prevista para el comienzo de tan piadoso ejercicio cuaresmal, comenzó a organizarse el mismo, con el reparto de velas a todos los fieles asistentes, y así pudieran iluminar este «Camino hacia la Cruz». La comitiva estuvo encabezada por la bandera de la Sección Adoradora Alcalareña, seguida de los fieles con sus velas encendidas; dos cirios rojos antecediendo al Santísimo Cristo de la Vera Cruz, los dos lectores que se alternarían en el rezo de las estaciones, y la Comunidad de Hermanas Clarisas.

La Reverenda Madre Abadesa, Sor María del Águila Mateos Serrano, abrió el rezo, invitando a todos los presentes a hacer el Acto de Contrición. Seguidamente, un lector se encargó de leer la Monición de Entrada, y de nuevo la Abadesa la Oración Introductoria.

Dieron comienzo las estaciones, rezándose la primera, “Jesús es condenado a muerte”, al pie mismo del presbiterio, estando la sagrada imagen ya en hombros de los portadores. El orden seguido en todas las estaciones fue:

  • Enunciado de la estación.
  • Jaculatoria.
  • Canto de un motete por las Hermanas Clarisas, cuya letra aludía a la estación correspondiente.
  • Texto de reflexión.
  • Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
  • Jaculatoria.
  • Canto popular.

La segunda estación, «Jesús carga con la cruz», se rezó en el porche de la iglesia que da al patio del compás del Monasterio, delante del azulejo de Santa Clara. La tercera, «Jesús cae por primera vez», en la Puerta Reglar, antes de entrar en Clausura; la cuarta, «Jesús se encuentra con su Madre en la calle de la Amargura» en el altar de la Santa Cruz que preside la cripta; la quinta, «Jesús es ayudado por el cireneo», ya en el Claustro grande, bajo el azulejo de Santa Clara colocado junto a las campanas de llamada de las hermanas; la sexta, «La Verónica limpia el rostro de Jesús», en el claustro, junto a la escalera que sube a la galería alta y coro de la iglesia; la séptima, «Jesús cae por segunda vez», en el claustro, ante el mural conmemorativo de la visita de la Santísima Virgen del Águila al Monasterio; la octava, «Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén», en el claustro, ante el azulejo de la Inmaculada; la novena, «Jesús cae por tercera vez», ante la cruz colocada en el ángulo del claustro; la décima, «Jesús es despojado de sus vestiduras», en el claustro, ante el cuadro del Señor de la divina Misericordia; la undécima, «Jesús es clavado en la cruz», en la cripta ante la lápida que cobija los restos de la Venerable Madre; la duodécima, «Jesús muere en la cruz», ya en el patio exterior, de nuevo ante la Puerta Reglar; la decimotercera, «Jesús es bajado de la cruz y puesto en brazos de su madre», en el porche de la iglesia, y la decimocuarta, «Jesús es sepultado», ante el presbiterio.

Acabada esta, la Abadesa hizo la oración final, y la Sagrada Imagen fue colocada de nuevo en los cojines situados en las gradas. Por parte de la Sección Adoradora Alcalareña, se agradeció  a todos los asistentes su presencia, invitándoles a finalizar como siempre, con un acto personal de veneración al Santísimo Cristo de la Vera Cruz, cada uno en la forma que estimara conveniente: besando su pie, con una reverencia, genuflexión, etc. Mientras los fieles se despedían del Señor, las hermanas entonaron el conocido tema «Victoria, tu reinarás, Oh Cruz, tú nos salvarás».

Un acto desarrollado, con la devoción acostumbrada, en el marco y entorno tan propio para ello, a lo que contribuye sobremanera la Comunidad de Clarisas con sus angelicales voces y las letras de los motetes propios, de gran antigüedad. Celebrado en el sábado después del Miércoles de Ceniza, como colofón a los cultos desarrollados durante los tres días anteriores al mismo, en el llamado Triduo de Carnestolendas, con el doble sentido, penitencial al Santísimo Cristo de la Vera Cruz, y de Desagravio y Reparación al Santísimo Sacramento.

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