El debate sanitario está en la calle, en las conversaciones, en el navajeo político, en los medios de comunicación. Hemos vivido décadas dando por supuesta una notable eficiencia y equidad de nuestro sistema sanitario público, y se nos está derrumbando esta certeza.
Cada vez que surge un desastre en el sistema sanitario (el reciente dislate del error en el cribado de tumores de miles de mujeres en el Virgen del Rocío, por ejemplo), saltan las alarmas. El sectarismo cortoplacista de los partidos políticos insulta la inteligencia de la gente, disculpando o acusando por errores o acciones dependiendo de si son propias o del adversario. A la gente no nos preocupa culpar a un partido o a otro; nos preocupa que un error o una disfunción nos arruine la vida o nos mate.
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