Todas las sociedades viven atenazadas por el miedo a un porvenir incierto. El futuro podría depararnos una nueva crisis económica, un conflicto con un país vecino u otra pandemia. Ninguna amenaza es más temible que aquella cuya presencia podemos intuir, pero cuya naturaleza exacta permanece oculta. Esta aprehensión explica la frecuencia con que las sociedades sucumben a las ideologías que prometen erradicar del mundo el conflicto y la maldad.
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