Consolidada así la Asamblea como depositaria única de la soberanía, y accesibles a todos los ciudadanos las magistraturas gracias a la retribución de las funciones públicas, en teoría todo estaba perfecto. Pero ¿era así en la realidad? ¿Había una representación proporcional en las sesiones de la Asamblea? Atenas, la capital, era el escenario en que tenían lugar aquellas, con notable ventaja para los residentes en la ciudad y sus alrededores sobre sus posibles colegas del mundo rural, de mayoría conservadora.

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