Dos de la madrugada de un viernes. Disfrutamos de un otoño primaveral por las noches. Nos gusta dormir con la ventana abierta para que el fresco entre en las habitaciones. La brisa agradable compensa el calor del mediodía que nos engaña señalando el calendario que estamos en octubre. De repente, un ruido atronador me despierta. Es la música a toda pastilla que se ha colado en mi casa porque unos altavoces a la entrada de Alcalá la escupe sin piedad. Ya me han interrumpido mi descanso. Empieza el desvelo. Hay que cerrar las ventanas para que lo que es ocio para unos pocos no sea tortura para unos muchos. ¿Qué necesidad hay de poner la música tan alta en los festivales o actuaciones al aire libre? ¿Mejora ésta cuantos más decibelios suba? Al parecer Alcalá no tiene una ordenanza específica de ruidos y se ampara en el Reglamento de Protección contra la Contaminación Acústica en Andalucía. Estoy convencido de que los actos lúdicos al aire libre financiados o aprobados por el Ayuntamiento de Alcalá incumplen todas las normas. Y juegan, por no decir una frase más ordinaria, con el descanso de muchos vecinos los viernes y los sábados. Esto tiene que parar. Como los trompos y piruetas de los coches en el aparcamiento de abajo cuyas marcas de los neumáticos atestiguan. El Ayuntamiento debe ser consciente de que el ruido excesivo es también contaminación. Que la Policía Local debe tener los aparatos necesarios para medirlo, abrir expedientes a los que incumplen las leyes y sancionarlos. Estar subido en un escenario o tener el permiso correspondiente para una actuación no te da derecho ninguno para alterar el descanso de los demás. Seamos conscientes de las obligaciones de los que montan los espectáculos. Si hay que llevar la música a otra parte, que se haga.
CONTENIDO EXCLUSIVO
Hazte socio. Si ya lo eres y aún no tienes claves pídelas a [email protected]
Si ya eres socio inicia sesión