Según se viene desde las afueras, ya sea por las calles Barrio Obrero, Barrio Nuevo o Rosario, la alcalareña calle de La Plata empieza en el Paraíso. Hoy es una plazoleta de albero y buganvillas, pero en aquellos años míticos de los ochenta no era más que una manzana de edificios bajos y cochambrosos. Los coches aparcaban entre algunos muros y casas derruidas. Y de lo poco que quedaba en pie, resistía un bar famoso por su pescado del río y un pub que rendido a la moda extranjerizante se llamaba Paradise. Que aquel no era mi sitio, acertaron a recordármelos quienes me miraron de refilón aquella vez que entré.
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