Seguir el desarrollo de un pleno del Ayuntamiento o leer con atención la crónica posterior no suele ser algo muy gratificante. Aunque fundamental y necesario para el funcionamiento democrático, estos plenos, normalmente, acaban en un acto anodino del que no queda nada ilusionante que llevarse a casa para propagar luego por la calle. Pero de vez en cuando salta la sorpresa y este encuentro rutinario nos deja algún hecho que comentar.

Es el caso del pleno municipal celebrado el pasado 21 de octubre en el que se rechazó la aprobación de un expediente de Urbanismo que pretendía la instalación de una planta de placas fotovoltaicas —otra más—, esta vez en la zona norte, cerca de Mairena. El proyecto fue rechazado gracias al voto en contra de todos los grupos políticos, salvo el socialista, lo que supone un hito que debería servir como ejemplo de actuación frente a futuros proyectos cuya aprobación estuviere tan alejada de la unanimidad como en el caso que nos ocupa. Ahí quedarán estas placas placadas como recuerdo de determinación ante un avance potencialmente peligroso.

Como en el nobilísimo juego del rugby, en el que por medio de un placaje, un jugador detiene a un atacante contrario sujetándolo con las manos y termina forzándolo a soltar el balón, todos los grupos políticos, salvo el socialista, se unieron para conseguir «replacar» al adversario, esto es, placar a las placas para evitar su progresión. Y lo mejor del lance fue la sorpresa de comprobar que el placaje definitivo estaba reservado a AxSí —socio del PSOE en el gobierno— que, con su voto en contra, terminó por decidir el partido. No sé cómo de convencidos estaban los que votaron en contra, pero seguramente la labor de la asociación Alwadi-ira y de otros particulares que se han movido para denunciar el impacto negativo de estas instalaciones en el territorio haya tenido su peso, y es justo reconocerlo y agradecérselo.

No se trata de rechazar por rechazar. No es oponerse a proyectos como este porque sea lo que toca ahora o porque su rechazo empiece a ser postura generalizada. Se trata de hacerle frente a las plantas fotovoltaicas con el convencimiento de que el mantra de la urgencia de su uso renovable y salvífico está muy por detrás de los intereses económicos de unos pocos que saben adaptar sus negocios a las políticas adánicas de la pánfila Europa. Los que conocen el terreno saben mejor que nadie que el verdadero ecologismo consiste precisamente en cuidar la tierra que pisamos, no en abandonarla bajo el metal contante y sonante de un mar de placas que llena los bolsillos de unos pocos y arruina los suelos de todos.

Por otro lado, y aunque puede que sea tarde, ¿tan difícil es copiar lo que se ha hecho bien en otros lugares? Casos como India, Estados Unidos y ahora también Navarra, donde se han aprovechado kilométricos canales de agua para cubrirlos de placas solares, podrían servir de ejemplo. Les recuerdo a los implicados que hay un canal en el Bajo Guadalquivir llamado «De los presos» que tiene 158 kilómetros y que —¡oh sorpresa!— pasa por Alcalá. No sé… lo mismo ni les interesa que se mencione.