Claustropoética suma ediciones y se ha consolidado como una cita imprescindible de la cultura alcalareña para dar la bienvenida al verano gracias al empuje de los amigos Lauro Gandul y Olga Duarte, que nunca desfallecen en su ánimo por darle amor a la poesía. Sin los aires de grandeza ni los alardes propagandísticos de los actos municipales a los que acuden cuatro gatos y, en muchos casos, empujados para rellenar la foto. La poesía no mueve masas, pero en Alcalá ha encontrado un espacio a su medida, las proporciones exactas para dar continuidad a un evento que, además, tiene buen fondo.
Lo que se recauda con las entradas y la fila cero se destina a Cáritas de Santiago, que a su vez invierte el dinero en pagar una bombona de butano a quien no tiene ni para cocinar o para sufragar el coste de un bonobús a quien intenta reinsertarse en el mercado laboral. Por si fueran pocos los alicientes, tienen como declamador fijo en plantilla al actor con más nominaciones al premio Goya y uno de los más laureados del panorama nacional, a don Antonio de la Torre, que no se pierde ni una. El año pasado llegó directo de un rodaje en Huelva y se puso a declamar por amor a Alcalá, a sus amigos y por una buena causa sin pedir ni un solo euro de caché.
Claustropoética es una de esas singularidades que hacen a Alcalá diferente. No existe a la redonda un encuentro poético de estas características, auspiciado por gente de la cultura y que congregue al fresco del atardecer en el Águila a un puñado de personas de muy diverso perfil que cada año espera el encuentro. Claustropoética se merece que Alcalá mime esta cita de la cultura con la poesía como punta de lanza y aglutinadora de las más diversas disciplinas, como la música, la interpretación y la pintura, para que perdure. Se merece tanto mimo como el que le ponen sus organizadores para no caer en el mainstream del verso, para homenajear a los grandes, pero también para rescatar a los olvidados.