Pepe Domínguez (1997) es un pintor joven con una vocación que «siempre ha estado muy presente». No nació en una familia de artistas y se define como «un bicho raro». Sus referencias más cercanas son sus amigos y artistas Gloria Martín y Ramón David Morales. En Bellas Artes consolidó su vocación, pero lo más importante para él fue «conocer gente», porque «vienes de un entorno en el que estás aislado».
–¿A qué profesores recuerda?
–Carmen Andreu. David Serrano. No son solo profesores sino que también tienen vocación. Y otros que no me dieron clase, pero con los que empecé a tener más relación, como Simón Arrebola.
–¿Cuál es su camino?
–No tengo un camino marcado. Hasta ahora he tenido muchas dudas de quién soy. Ahora estoy contento con lo que estoy haciendo aunque siempre hay algo que se escapa, quizás ese sea el motor para seguir investigando, pero certezas tengo pocas. Creo que en el arte es una sensación extendida.
–¿Cómo fue la residencia en México?
–Fue con la galería El Chico (Madrid). Una colaboración con el estudio de César Aréchiga. Empezó como un programa de intercambio. Estuve becado un mes y medio junto a mi compañera y amiga Irene Anguita. Hicimos una exposición conjunta y nos llevamos algunos contactos.
–¿Impactó en su obra?
–Sobre todo a nivel personal. Cambiar de contexto removió cosas que daba por sentadas y al final se cayeron. Te cambia la visión de lo que tú quieres con la pintura.
–¿Cómo evoluciona tu lenguaje?
–He encontrado algo que tiene que ver conmigo, que es auténtico. Siempre me he sentido cercano a la pintura figurativa y eso me permite contar una historia más o menos personal, pero sin encerrarme en mí mismo. Empecé a representar interiores de casa. Tiene que ver con lo psicológico, cómo a través de ciertos motivos y espacios describes situaciones vitales.
–¿Dónde mira?
–Principalmente en la Historia del Arte. Para mí un Zurbarán y un Velázquez eran lo mismo, pero conforme vas entendiendo de arte contemporáneo, empiezas a apreciar lo que se hizo mucho antes de ti. Ahora siento cercanía con ciertos pintores del Barroco. Pero no tengo prejuicios a la hora de mirar la pintura. Soy muy ladrón, yo cojo lo que me interesa.
–No hay que partir de cero, ¿no?
–Soy poco dado a pretender inventar la pólvora. Me parece pretencioso. Soy consciente de las cosas que se han hecho hasta ahora y tengo muy claro de dónde bebo.
–¿Qué retos se va encontrando?
–Cada cuadro es un reto. No sé lo que voy a estar haciendo en un año. Seguramente vaya por donde estoy yendo. Sigo trabajando con la galería de Sevilla. En cuanto a pintura, cada día es un descubrimiento.
–¿Cómo convive con la incertidumbre?
–Me cuesta. No sé si es poco romántico para un artista, pero he trabajado en otras cosas que no tienen nada que ver con el arte y lo he visto como algo completamente natural. El estado natural del artista es la incertidumbre.
–¿Cómo influye Alcalá?
–El verme en determinados escenarios cotidianos. Representar ciertos motivos que son muy reconocibles aquí. No me considero chovinista, pero hay motivos que sientes muy cercanos y los utilizas como excusa para crear los escenarios.
–¿Qué pintores te influyen?
–Con Zurbarán tengo un flechazo. Me siento muy identificado con ese tipo de imágenes, de espiritualidad. Imágenes ambiguas que no se cierran a un solo significado, sino que están abiertas porque intentaba trascender la propia pintura. Guillermo Pérez Villalta, Domenico Gnoli… Después tengo amigos que son una fuente para mí como Sofía González, Víctor González, Abel García, Lucía Tello…
–¿Hay oportunidades?
–El escenario es muy deficiente. Sevilla se está abriendo, pero no tiene la capacidad para sostener a los artistas. Alcalá tampoco. Son contextos todavía muy locales. Falta mucho interés por el coleccionismo. Desde las instituciones se están haciendo cosas, pero son ciudades a las que les queda mucho recorrido.
–¿Sevilla está encorsetada por lo religioso?
–Son muchos factores, pero quizás es que a la gente no se le ofrece otra alternativa. Una ciudad muy tradicional puede ser también muy contemporánea. Evidentemente hay intereses económicos. La gente se interesa por lo que le das, si no se lo muestran no se interesan.
–¿Otras ciudades ofrecen más?
–Veo una diferencia con ciudades como Bilbao. Desde la institución se apoya muchísimo más.
–Ahora expone en Di Gallery
–La exposición se llama No no lugar, precisamente porque trata sobre cómo los artistas que participamos en esta exposición hemos trabajado en algún momento dado con la representación del espacio en nuestra obra. La obra con la que participo es Temblor. Es una puerta con dibujos infantiles alrededor. Para mí era importante hablar del espacio como lugar. Estoy muy interesado en la infancia. Los niños muchas veces no saben expresar con palabras determinadas cosas y lo expresan a través de los dibujos.
–¿Esos dibujos infantiles le transportan a su infancia?
–Siempre me ha interesado que distintos lenguajes convivan dentro del mismo cuadro. Dentro de una misma imagen se abren dos realidades. Son motivos que van surgiendo, a veces por azar. Se van repitiendo y después te das cuenta de que tienes algo.
–¿Le condicionan las tendencias comerciales?
–Me da igual. Lo que siento ahora es lo que estoy pintando y es lo que voy a seguir haciendo. Me considero un pintor viejuno en muchos aspectos. Pinto lo que quiero ver. Evidentemente, soy contemporáneo y no estoy aislado, pero siempre he intentado atender más a esa voz interior que a intereses de mercado.