Si algo hemos aprendido estos meses es reconocer qué es lo importante. Hemos tenido que atender lo urgente, se nos iba la vida en ello, pero a la vez hemos reordenado nuestras prioridades con un nuevo baremo que va desde lo esencial a lo superfluo. Hemos caído en la cuenta que con las cosas de comer no se juega, que el techo que nos cobija es nuestra última trinchera, que no poder trabajar cuando tienes trabajo es tan frustrante como cuando quieres trabajar y no lo tienes, que la salud es lo primero y que nos la jugamos con la educación cuando tenemos que improvisar de maestros. Con este estado de ánimo, y algunas heridas, se ha abordado la comisión de relanzamiento de nuestra ciudad. El momento, además de necesario, era propicio por la sacudida a la que hemos estado expuestos.

Las conclusiones de las mesas de participación son ilusionantes. El documento de trabajo tiene aroma de consenso y recoge el sentir de gran parte de la sociedad civil. Es una hoja de ruta razonable para abordar a medio plazo las necesidades más acuciantes de nuestra ciudad como son el empleo, la lucha contra la desigualdad y el acceso a la vivienda, combinada con otros retos a largo plazo que posicione nuestra ciudad como un territorio atractivo para la inversión y comprometido con los desafíos ambientales. Es un buen avance para un nuevo Plan Estratégico que desarrolle con más detalle las acciones y los proyectos a ejecutar. Un nuevo pacto por Alcalá en el que estén todos los partidos políticos con el respaldo de la sociedad civil. Vendría bien para calmar los ánimos, algo alterados con la nueva normalidad. Es tiempo de empujar todos juntos para que no se nos olvide lo aprendido: diferenciar lo importante de lo superfluo. Nos jugamos la oportunidad de recuperarnos sin dejar nadie atrás.

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