Ya los vendían en la calle Mairena, frente a ese «club social», en negro y amarillo, recién estrenado, cerca de Baltanás, que antes fue caja de ahorros, ahora es «tu banco, más cercano».

– ¿Ya tiene usted higos, tan pronto?

-No, señora, son uvas disfrazás.

Ya estaban aquí, acababa de entrar el verano. Y es que una no quiere ver el tiempo apresurarse, porque el madurar temprano de los higos supone arrancar otra hoja del almanaque, y la memoria te lleva a tus primeros veranos esperando al solano para aventar la parva recién trillada. A las cuatro de la tarde, cuando «la siesta», tu padre te subía en la silla del trillo para hacer peso y más de una vez hubo de recogerte de entre las «gavillas» de trigo. En esos días venía el hombre a por los «chumbos» y tus hermanos mayores contaban los que cogía de las chumberas, a gorda el ciento, y guardaban unas pesetillas en una «taleguilla» que escondían debajo de la viga de la cámara donde se almacenaba el grano, para gastarlo en la feria, después de la cosecha. Todos estrenabais ropa nueva y tú te ibas con tus amigas al paseo, arriba y abajo. Antes de subirte a las voladoras o al carrusel, os tomabais una «fanta» y, a la vuelta, os comprabais una manzana roja con un palo o un algodón dulce. Así los tres días que duraban las fiestas.
El final del verano estaba llegando… Por eso hoy la señora de los higos chumbos nos decía:

Aprovecharse ahora, que están buenos.

Y tú notabas en el aire caliente de solano que septiembre estaba la vuelta de la esquina.

Maestra, especialista de francés. Titulada por la Escuela Oficial de Idiomas, colabora en La Voz de Alcalá desde el año 2003 y en el periódico local 'La higuerita' de Isla Cristina desde el año 2010....

Deja un comentario