Autora: Rosario Corujo

¡Qué suerte tiene Sevilla,
qué suerte los sevillanos
de tener tantas bellezas
al alcance de sus manos!
La primavera en Sevilla
se adelanta cada año
para que todo el que venga
disfrute de sus naranjos.
Una explosión de azahar
en sus calles y en sus patios
y en el parque más bonito
que a muchos ha enamorado.

Porque su Patio Bandera,
Plaza Nueva y todo el barrio
emborrachan con su aroma
a sevillanos y extraños.
Los turistas no digamos;
con sus cámaras de fotos
y los planos en las manos,
con el «duende» de Sevilla,
todos están hipnotizados.
No saben dónde acudir,
en los coches de caballos,
es un puro monumento
cualquier rincón sevillano.
En su enorme catedral,
con la Giralda a su lado,
podemos ver a diario
su tesoro más preciado.
Y Dios que todo lo puede
ya lo tenía pensado:
que la tierra de su Madre
dejara a todos pasmados.
En su Capilla Real
siempre nos está esperando
Ella, la «llena de gracia»,
de vernos está deseando.

Una magnolia parece
cuando la visten de blanco,
y si la ponen de rojo,
las amapolas del campo.
De celeste como el cielo,
cuanto le brilla el bordado,
de su manto y el del Niño
Que sostiene entre sus brazos.
Con castillos y leones
tiene también otro manto
que una Reina regaló
para que lucieras tanto;
en ocasiones te visten
toda entera de morado;
al verte sienten envidia
Hasta los lirios del campo.

¡Qué suerte tiene Sevilla,
qué gozo los sevillanos
cuando a primeros de agosto
te tienen en besamanos!
Luego te cuajan de nardos,
y en la mañana, temprano,
apareces como un sol
en la Puerta de los Palos.
Le vas diciendo a tu Niño: «Hoy soy Yo la que reparto,
que mi gente de Sevilla
me suplican cuando paso.
Tengo que dar paz a todos,
otros me piden trabajo,
salud para los enfermos,
compañía al solitario.
Daré consuelo al que llora,
Guiaré al descarriado.
Yo que soy «llena de gracia»
las derramarán mis manos.
A los ancianos, paciencia,
alegría a los muchachos,
tolerancia y comprensión,
que hoy es día de mi Santo.

Es corto mi paseíto,
pero me gusta a mí darlo
porque Sevilla me siente
desde el Rey hasta el vasallo.
Sevilla te reverencia,
te adoran los sevillanos;
pero no sufras, Señora,
si alguno pasa de largo.

Ha tenido la desgracia
de no encontrar a su lado
un amigo que le lleve
ante tu trono sagrado.
Tú no lo pierdas de vista,
quién sabe si te ha ignorado
porque alguno de nosotros
en llevártelo ha fallado.
Reina y Madre de Sevilla,
síguenos siempre escuchando
y presenta nuestra «lista»
A tu Hijo Soberano.

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