Los últimos temporales han dejado entrever las necesidades de conservación de la ciudad en aspectos como el patrimonio histórico y natural o las infraestructuras urbanas. Dando por hecho lo imprevisible de la fuerza de un temporal, por más que los avisos meteorológicos alerten de su llegada, parece de sentido común que de llevarse a cabo una adecuada revisión e inspección de la ciudad de forma rutinaria, las consecuencias serían notablemente menores.

El estado de los árboles, techos y fachadas, o de los parques, deja mucho que desear. Y en situaciones como las vividas, se evidencian con la caída de elementos por el viento, o con el apeo de árboles debido a su mal estado. Las salidas de los servicios de emergencias se disparan. Y en su mayoría son para atender incidencias que, con un mayor cuidado y supervisión, se evitarían. Muchos de los desperfectos podrían evitarse con un trabajo diario de conservación.

Y si el Ayuntamiento es responsable del cuidado de su patrimonio, también los propietarios privados lo son del suyo. Ahí debe estar el Consistorio para requerirles su responsabilidad; y si no, actuar subsidiariamente para evitar males mayores.

Tras el temporal, son muy necesarias las revisiones del patrimonio, empezando por los edificios de propiedad pública que carecen de uso y que son, precisamente, los más vulnerables a la hora de soportar estas situaciones. Edificios como la Casa Ybarra, el antiguo cuartel del Derribo o la Villa San José, entre otros, requieren de un especial cuidado para no seguir agravando su deterioro a pasos agigantados.

Mención aparte merece la situación de edificios como el IES Albero que, pese a las intervenciones, reflejan las importantes carencias y la deficiente impermeabilización del centro. Situaciones como esta deberían dejar de vivirse porque no son fruto del paso de un temporal, sino de la mala ejecución de trabajos de conservación y mejora.

 

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