Hoy, a primeros de junio, con dolor y profunda rabia escribo esta nota necrológica y el epitafio adelantado a quien la ha propiciado, pues deseo que por su reprochable conducta políticamente fenezca.

En el soberano Congreso de Diputados un tal Pedro Sánchez, agazapado tras una democrática moción de censura, ha sido nombrado presidente de España. Sustentado con los votos de avaros nacionalistas, independentistas que odian a España, y otros especímenes de pensamiento único –de éstos últimos, algunos de sus votantes estarán lamentándose por haberles votado–, Sánchez, a usted, perdedor nato, pues perdió la primera moción de censura y las dos últimas elecciones generales, y que deseo fervientemente vuelva a perder las próximas, le digo: no creo que a todos los socialistas de corazón y buena fe, especialmente a los oprimidos catalanes-españoles, les haya gustado su felonía. Y pregunto: ¿Qué precio ha de pagar España por la Presidencia conseguida de tal guisa?

De usted, presidente Sánchez, nada bueno espera España y por ende los españoles. Sin embargo, desearía que cumpliera su palabra respecto a limpiarla de corrupción. La de su partido, que la tiene. A los andaluces nos avergüenza el ver en sede judicial un banquillo ocupado por expresidentes de la Junta, una exministra de España y otros no menos capitostes. Y sanee también al valenciano. La última palabra la tendrá la Justicia. La suya debe ser por dignidad política. No tengo la menor duda de que es un grandísimo charlatán de feria, un vendedor de humo. Pero la falacia en la que se ha instalado tiene las patas muy cortas. Los españoles le pasaremos factura por ello.

En fin, Sánchez, su deslealtad para con España ha quedado consumada. Y le repito: sus votos son comprados. El ignorar qué o cuánto ha pagado por ellos me enerva sumamente. Hoy más que nunca los españoles debemos gritar con el poeta: ¡Oye, Patria, mi aflicción!

No le tengo enemistad personal, tampoco le conozco personalmente ni deseo hacerlo. Como político le ignoro. Lo escrito lo es en la más estricta clave política, aunque solo sea un simple ciudadano. Pero por serlo me considero respaldado por el valor democrático de mi voto y el pagar los impuestos de los que usted percibe una parte de su sueldo.

El espacio me impide dedicarle también su epitafio al desaparecido presidente Rajoy. Lo haré en el próximo número, en el que retomaré las «Cosas de mi ciudad».

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