Dicen por ahí que el ejercicio de la Memoria Histórica debe realizarse «sin confrontar». Nueva versión del viejo «no reabrir heridas»: seleccionar aquellos aspectos menos conflictivos del pasado y olvidar la posible justicia o reparación.
Ejemplo: en España hay muertos en cunetas. Como las fotos de familiares llorosos y agradecidos quedan bien, saquemos a algunos. No muchos, que cuesta dinero. Y ni se nos ocurra señalar a quienes les mataron como conejos, que eso molesta.
¿Piensan que esto va solo de franquistas? Los primeros «orgullos» LGTB+ no eran cabalgatas patrocinadas por grandes empresas, sino revueltas contra la persecución policial. Hoy partidos homófobos y tránsfobos reclaman la «igualdad», cuando sus adalides todavía difunden odio hacia quienes no entran en sus cánones heteronormativos.
Y qué decir del flamenco como «seña cultural». Pues se podría decir mucho, empezando por su origen en comunidades gitanas sistemáticamente perseguidas por esa misma sociedad que hoy separa el componente étnico y se centra en «el arte», olvidando los pogromos, la miseria y la injusticia.
Tranquilos, esto no es nuevo. Solo un siglo más tarde de erradicar a los andalusíes del valle del Guadalquivir los repobladores castellanos se «inventaban» el mudéjar, cogiendo elementos de estética andalusí para sus edificios. Construidos, por cierto, con mano de obra esclava en más de una ocasión. Nada nuevo, pero no confrontemos, por favor.