Muchas son las escenas que hacen de Tiempos modernos (1936) de Charles Chaplin una de las mejores –sino la mejor– película de siglo XX. De todas, me quedo con la de la bandera roja. Por el convencimiento, quizá ingenuo e infantil, de que solo la denuncia de la explotación y la alienación del trabajo puede hacer justicia al sufrimiento. Como recordarán, la secuencia apenas dura unos segundos. Charlot, desempleado muerto hambre, pero irreductible a terminar convertido en mero engranaje de la maquinaria fordista y la organización capitalista del trabajo, camina por la calle dejando atrás una fábrica que anuncia «closed». Entonces, al doblar una esquina observa cómo algo cae de un camión. Se trata de un trapo rojo de peligro, que, inocentemente, levanta y agita tratando de llamar la atención del camionero despistado. A continuación, una multitud de desempleados marchan unidos detrás de un abanderado Charlot. La escena finaliza con la policía a caballo, porra en mano, disolviendo la espontánea manifestación y llevándose al «líder» arrestado.

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