vicente rus

No ha mucho tiempo, los negacionistas del cambio climático se aferraban a que nada en el desarrollo de los conocimientos científicos justificaba el ascenso espectacular de la alarma ecológica. Sorprendentemente, empero, era recurrente que apelaran al ridículo en un intento de desactivar los efectos de la advertencia ecologista y así el mensaje deviniese absurdo. Por ejemplo, se caricaturizaba a los ecologistas como «hippies trasnochados», se los radicalizaba como «ecoterroristas»; y, en otras ocasiones, añadiendo a la descripción una dimensión teodiceal, con indisimulada retranca se los retrataba como una especie de nueva «casta sacerdotal». Esto último, por haber metido el miedo en el cuerpo. Una suerte de neurastenia con la invención de una pseudo religión de proféticas advertencias apocalípticas, que, al igual que Nietzsche dijese de los judíos, rezuma resentimiento y sentido de culpabilidad.

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