Es sabido que la Transición es como una chistera de la cual puede salir cualquier sorpresa. Así, por ejemplo, lo es el reconocimiento atinado aunque tardío que una parte de la derecha está haciendo del papel fundamental que el PCE desarrolló para el advenimiento y consolidación de la democracia. Es sorprendente pero no un misterio, pues resulta evidente que con ello pretende hacer peores a los comunistas de hoy. O, más concretamente, al gobierno que con tanto énfasis llaman «social-comunista», cuando en rigor más bien se mueve entre el socialiberalismo y la socialdemocracia. En cualquier caso, dicho reconocimiento hace justicia a aquellos militantes, a los hombres y las mujeres que se jugaron la vida luchando en la clandestinidad por unos ideales, a no pocos de los cuales, por cierto, hubieron de renunciar por el bien –según el relato canónico– del triunfo de la libertad.

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