Sebastián entró en mi despacho, sombrero de ala ancha en mano, con paso medido, entre seguro y respetuoso. Desde hace muchos años, nos decíamos «hermanos de sangre», porque en mi juventud, necesité sangre, después de una operación, y donó la suya, rica en hierro y glóbulos rojos, sin consentir compensación. Había sido guarda rural a caballo, y aunque jubilado, mantiene la prestancia del cargo.

CONTENIDO EXCLUSIVO

Hazte socio por sólo 3 euros al mes. Si eres socio y aún no tienes claves pídelas a socios@lavozdealcala.com.

Si ya eres socio inicia sesión