El pasado 23 de junio media Alcalá estaba en el Corpus y la otra media en el Riberas del Guadaíra, que así es como bautizó cítricus nuestro teatro. Allí se representaba El mago de Oz, o un remedo del mismo, porque mezclaba otras piezas. Simplemente magnífico. Ese ballet con más de 150 actores era una oda al esfuerzo colectivo, a la constancia, a la educación del cuerpo y la mente de nuestros niños y jóvenes de manos de sus profesoras de danza durante un año entero en el estudio Grand Allegro de la calle Mairena. Ni una butaca libre, ni un hueco sin ocupar, todo el pescado vendido para ver a las hijas, sobrinas o nietas más maquilladas que el gato de una droguería moviéndose con gracia y arte por el escenario. Un fallo era una sonrisa, un acierto un ovacionado aplauso. Y todo salió a pedir de boca, teniendo en cuenta la cantidad de personas implicadas, más de 150 y la corta edad de las y los debutantes, porque aquí también había pequeños Billy Elliot que lo hicieron francamente bien. Este es un claro ejemplo del triunfo de la sociedad civil, en el que una empresa privada, la academia, usa los recursos públicos pagados por todos, el Auditorio, para que ambos ganen. No creo que haya un espectáculo que mueva más ilusión y ganas durante todo el año que estas obras de ballet. Es el camino.

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Periodista del diario ABC desde 1989. Alumno becado por el Foreign Office en Londres, fue profesor de Opinión Pública en el Instituto Europeo de Estudios Superiores de Madrid