Durante la pandemia se convirtieron en nuestros héroes. A las ocho de la tarde, los españoles aplaudíamos a los sanitarios. No era para menos. Se estaban jugando la vida contra el covid.

La batalla al principio era desigual. Ni siquiera tenían equipos de protección adecuados para combatir aquella virulencia. No por eso desertaron de sus puestos. Los sanitarios hicieron gala durante ese periodo de una ejemplar profesionalidad, de sacrificio personal y de generosidad.

El peligro ha pasado. Las vacunas están venciendo al covid, hemos enterrado a nuestros muertos y volvemos poco a poco a nuestra vida de antes. Y ya nos hemos olvidado de los héroes y estamos dispuestos a convertirlos en villanos.

Los españoles olvidamos pronto los favores. Reconozcámoslo. Nos fastidia ver a los sanitarios manifestarse para pedir mejoras salariales y nos irrita que hagan huelgas y falten a sus puestos de trabajo o que no nos atiendan con tiempo cuando vamos a consultarles.
En el pasado, para ser médico había que tener padres ricos. Esa carrera, además de larga y dura, consumía muchos recursos. Los médicos, en la mente del colectivo español, eran todos unos señoritos. En la actualidad, ya no es una opción sólo al alcance de los ricos; sigue, no obstante, consumiendo recursos al por mayor y exige unas notas sobresalientes en el bachillerato.

Y, si para empezar se necesitan esas notas, para continuar, la fortaleza de un cosaco, y para terminar y lograr un puesto de trabajo hay que aprobar luego exámenes dignos de las olimpiadas…

De modo que quienes ostentan ese título han recorrido un duro camino. ¿Y qué se encuentran al llegar a la meta? Pues, unos sueldos inamovibles desde hace treinta años, una masa de trabajo inasumible, frustración por falta de tiempo y agresividad por parte de quienes no entienden por qué antes se les atendía tan bien y ahora no tanto…

Escritora y columnista de La Voz de Alcalá.

Deja un comentario