En cuatro semanas estaremos de vuelta en colegios e institutos, en seis con las aulas llenas. Este año, junto con la avalancha habitual de ruido, vida y expectativas se nos ha colado un invitado a la fuerza, el bicho. 

Primero el problema; meter con calzador a 25, 30 o 35 alumnos en un aula, en centros (los de secundaria) al doble de su capacidad en medio de una pandemia que ha matado a casi 50.000 españoles es un descomunal disparate. Pretender que se respeten escrupulosamente distancias de seguridad, protocolos sanitarios en colegios e institutos es, como mínimo, ingenuo. Hemos dado el trompetazo de salida de las restricciones y los cuidados para salvar los escasos muebles que quedaban enteros a la economía, no porque la batalla contra el virus se estuviera ni se esté ganando. Es imposible impedir la interacción entre niños y adolescentes en las aulas, pasillos, patios de nuestros centros educativos. Cada aula con 30 alumnos expone a alumnado y profesorado a 800-1000 contactos por hora cada mañana. No hagan las cuentas, el resultado asusta.

Hay pocas soluciones viables a mano al disparate, especialmente en infantil y primaria, donde el factor asistencial no puede sustituirse por atención virtual. En los institutos, cabe plantearse alternativas viables a las aulas con 30 o 37 alumnos. Entre ellas, alternar presencia con aprendizaje virtual o desdoblar turnos. Que venga la ministra o el consejero a mi instituto a «optimizar espacios».

Es necesario evaluar los recursos con que cuenta el sistema educativo (personal, espacios, tiempos, dinero) y pensar en soluciones factibles, posiblemente no muy gratas para los implicados. Esconderse detrás de la «autonomía» de los centros funcionó razonablemente bien durante la improvisada respuesta a la pandemia. Volver a improvisar puede agravar en lugar de solucionar el problema.

La crisis sanitaria de la COVID-19 se aminoró en gran medida por el sacrificio y profesionalidad del personal sanitario, con un coste altísimo en contagios y en vidas. ¿Queremos repetirlo ahora con el personal que trabaja en los centros docentes? Contagios incontrolados, adolescentes llamando a voces al virus, falta de medidas y recursos, hacinamiento en aulas y patios, escasa protección del profesorado y del personal no docente, bajo porcentaje de inmunización…¿qué podría salir mal?

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Licenciado en Filología Inglesa. Profesor en el I.E.S. Albero.

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