No es la primera vez, y tampoco será la última, que la fortaleza alcalareña haya sufrido actos vandálicos. Vandalismo que normalmente no proviene del exterior de la barriada.

Existe actualmente una degradación ambiental con erosión de laderas y terrazas además de acumulación de basuras en las mismas. Situaciones que se repiten y que, al parecer, no sufren mejoría.

La construcción indiscriminada, sin vigilancia de ningún tipo, destruyendo y modificando visualmente el patrimonio, sigue produciéndose a través del tiempo. Los espacios públicos existentes están muy deteriorados. Solo hace falta echarles un vistazo cada cierto tiempo para observar la degradación.

El turismo alcalareño no se debe basar, exclusivamente, en programar actos, muchos de ellos sin continuidad y sin participación vecinal de la barriada. Imbuir a los vecinos del barrio que deben cuidar y respetar su entorno y su patrimonio es una difícil tarea que no debe ser abandonada. Mal ejemplo se está dando a los visitantes de la fortaleza ante la visión de los actos vandálicos que se producen en el interior.

Un interior abierto, sin vigilancia, que produce una mala impresión al visitante. De poco sirve celebrar el Día Mundial del Turismo con la visita al monumento más emblemático de nuestra ciudad y encontrarse vandalismo por varios lugares.

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