Señor Pablo casado, usted no puede. Usted no puede pegarme un tiro en la sien. Usted no puede pegarle un navajazo a mi esposa o alguno de mis hijos. Usted no puede ahorcar a un nieto mío. No, no puede. Y no me llame trágico ni dramático ni exagerado, porque es de eso de lo que estamos hablando: de muertes intencionadas. Usted no puede frenar el ritmo que estamos llevando de contención del coronavirus. Sus cuitas políticas la resuelve en otro ámbito, en otro foro, en otra dimensión. Usted puede disponer (¿?) de su vida. Pero usted no puede jugar ni con mi vida, ni con la de mi familia, ni con la de mis entornos, ni con la de ninguno de los demás españoles.

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