El coronavirus ha obligado a la sociedad alcalareña a ponerse frente a un espejo en el que mirarse las vergüenzas, y algunas de las bondades que todavía le quedan entre tanta deshumanización. La pandemia está polarizando la ciudad, entre los que solidariamente contribuyen a superar esta situación con paciencia y educación y los incívicos que se saltan un estado de alarma como el que incumple las reglas de un juego de mesa.Entre los que saturan los teléfonos de emergencias denunciando irregularidades y los que tienen que ser denunciados por romper el confinamiento con excusas peregrinas. Los primeros aguantan como pueden un aislamiento sin precedentes para frenar al covid-19, extreman las precauciones rozando el surrealismo e incluso se ofrecen a ayudar a aquellas personas que lo necesitan. De otro lado están los que pasean al perro tres veces al día a cuatro kilómetros de sus casas, los que juegan partidos de fútbol en las azoteas o los que organizan botellones en zonas comunes para ahogar la cuarentena en alcohol. Todos estos casos son verídicos. Me lo contaba un agente de la autoridad, decepcionado ante la actitud irresponsable de algunas personas que ponen en riesgo del resto.

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Licenciado en Periodismo. Actualmente La Voz de Alcalá, Sevilla Actualidad y En Andaluz. Antes en Localia TV y El Correo de Andalucía.