Los creadores de la «leyenda rosa de la Segunda República» suelen justificar las agresiones sufridas por la Iglesia durante las primeras décadas del siglo XX calificándolas de «reacciones espontáneas del pueblo en respuesta a la alianza entre el clero y las clases altas». La palabra «pueblo» ha sido tergiversada tradicionalmente por las izquierdas, que la han utilizado para denominar solo a su militancia como si el resto de las personas no formara parte de él. La mayoría de los españoles siempre han valorado la labor social de la Iglesia. A principios del siglo XX el clero disponía de una red de centros benéficos que contribuían a paliar las desigualdades sociales y de centros educativos que ofrecían formación gratuita a los desheredados. El afecto hacia la Iglesia explica que durante la Guerra Civil miles de españoles de todas las clases sociales arriesgaran sus vidas escondiendo o ayudando a los religiosos en la zona republicana. Muchos eran obreros. Solo en Madrid murieron 2935 obreros como consecuencia de la represión «republicana». No pocos fueron asesinados a causa de la intolerancia religiosa.

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