Me resulta aburrido el debate de si Andalucía es una región, una nación o una nacionalidad (histórica, semihistórica o ahistórica). Esta discusión me cansa, al igual que me cansan todas las porfías estériles, insustanciales e infundadas que inventan los partidos sin proyectos razonables y que solo ofrecen ocurrencias cortoplacistas. Preferiría que los políticos abordasen los problemas reales de los ciudadanos. Andalucía es uno de los pilares de España y, por consiguiente, de la Hispanidad. En cualquier lugar de nuestra nación me siento casi tan a gusto como en Alcalá. Me considero tan compatriota de Jovellanos o Quevedo como del Padre Suárez o Cernuda. ¿Qué utilidad tiene que la Constitución reconozca a Andalucía como una nacionalidad histórica? ¿Se trata de dar un paso más en la conversión de España en un estado plurinacional para que los impuestos que pagan los catalanes no salgan de Cataluña? ¿Realmente un Estado confederal o federal, en el que no existen mecanismos de solidaridad interterritorial, es más beneficioso para los ciudadanos que un Estado en el que todos seamos libres e iguales?

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Profesor de Bachillerato. Miembro fundador de la Asociación Padre Flores y autor de numerosos trabajos de Historia local.