Paseando por el Parque Oromana, observé unos operarios de mantenimiento por los caminos del parque amontonando y recogiendo las hojas caídas de los árboles. Algo que puede parecer normal, pero que me llevó a reflexionar sobre la necesidad de tener a una persona ocupada en este menester que se puede extender hasta el infinito, especialmente en la estación en la que estamos entrando –con permiso del cambio climático–. ¿Es posible mantener libres los caminos de hojas? ¿Es necesario? ¿Es conveniente? ¿Hay tareas más prioritarias que pueden realizar estos operarios?

Por algún motivo que no comprendo, tendemos a asociar la hojarasca con suciedad, cuando es parte del paisaje, especialmente en estas fechas. No podemos pretender tener un parque con cientos de árboles y sin hojas en los caminos. Debemos aprender a apreciar la belleza de estos paisajes.

Entiendo que hay sitios en los que, por seguridad, es necesaria la retirada de estas hojas; la acumulación puede taponar las alcantarillas o provocar caídas en caso de lluvia. Mucho más molestas son las bolsas, paquetes y colillas que abundan en otros parques. Las zonas de juego infantiles de algunos están llevas de colillas mezcladas con la arena.

Creo que he respondido a las preguntas que planteé al principio, y me despido con otra: ¿Llegará el día en el que no haya ningún operario recogiendo hojarasca en un parque y dejando un tufo a gasolina quemada tras de sí?

Tetzto de Guillermo Marcos Rivero

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