Antes de sumergirnos de lleno en esta sociedad global y su hipertrofia tecnológica, el Poder se construía sobre la base de ocultar la información a las masas. Los reyes, los nobles y el alto clero conservaban y aumentaban su poder a base de recortar el conocimiento que llegaba hasta la plebe que gobernaban. En la medida en que el acceso a la información se ha vuelto irrestrictible, el Poder reorganiza su estrategia: ahora asfixia a la población bajo un grifo ininterrumpido de información a raudales. Una información enorme, desproporcionada, desordenada, tan inmensa en sí misma que resulta casi ingobernable. El ciudadano que pretende entender el mundo actual necesita, más que buscar información, aprender a discriminar la que no sirve. Y el vividor que pretende beneficiarse de las ventajas del Poder necesita, más que ocultar la información, aplastarla en un montón de datos absurdos que terminen haciendo imposible distinguir lo relevante de lo accesorio y hasta de lo absurdo. De ahí que hace años comenzase el auge de las fake-news. De ahí que, desde entonces, cada vez sea más difícil distinguir El Mundo de El Mundo Today. Lo importante y lo hilarante se entreteje a diario, hasta que el ciudadano, saturado, tira la toalla y se recluye en casa sin esperanza alguna.

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