Recuerdo perfectamente como si fuera ayer que, en la calle donde yo vivía, solamente había cinco casas y el grupo de viviendas pertenecía a la misma dueña. Todas las casas tenían su grifo con agua corriente y su correspondiente pilón recubierto de verdina, que había que limpiar de vez en cuando, por lo que tenías que lidiar como un auténtico gladiador con un enjambre de avispas que como no fueras lista, te comían. En verano, cuando bajaba el caudal de agua en el pozo y el motor que había dentro de este no sacaba agua suficiente, como consecuencia de esto nos llevábamos algunos días sin recibir este preciado líquido.

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