Antonio García Mora

La Voz de Alcalá se ha convertido en el periódico más longevo de la historia de Alcalá de Guadaíra. Sus 500 números suponen un hito que supera de largo los logros de otras cabeceras que jalonan la historia de la ciudad.

En los albores del siglo XX, El Guadaíra abrió el camino de las publicaciones periódicas locales aunque su trayectoria apenas alcanzó unos pocos años. Sus contenidos coincidían plenamente con lo usual en la época; se primaba los contenidos literarios a la información de actualidad. Como curiosidad publicó como folletín por entregas una edición de las Memorias Históricas del padre Flores. Pese a sus limitaciones, supuso un esfuerzo enorme para una pequeña villa con una limitada tradición periodística.

En los años 20, apareció la revista Oromana. No se la puede considerar un periódico pero su calidad y la proyección que alcanzó fuera de nuestra ciudad fueron muy importantes. En sus últimos años se trasladó y se publicó en Madrid. Hoy sigue siendo un ejemplo de calidad literaria y editorial.

Durante la República tenemos noticia de la aparición de un periódico homónimo al actual. Sin embargo tenemos una información muy limitada de aquella Voz primigenia, e incluso no se ha conservado ejemplar alguno del mismo.

La dictadura de Franco no fue un tiempo propicio para la libertad de prensa. Los desastres de la guerra, la censura y la miseria no fueron caldo de cultivo propicio para el nacimiento de publicaciones periódicas, sin embargo, a finales de los cuarenta, surgió la revista Rutas. La misma recogía el espíritu de las publicaciones de principio de siglo, con contenido más literario que de actualidad periodística. Publicada con las limitaciones de la época no dejó de ser un esfuerzo notable.

A medida que se aproximaba el final del franquismo, las inquietudes por alcanzar una libertad plena se extendían por amplios sectores de la sociedad española en general y de la alcalareña en particular. Se fue haciendo palpable el deseo de una publicación que informara de forma veraz y sin prejuicios ideológicos de la realidad cotidiana de la ciudad. Tal empeño tardaría tiempo en concretarse. En la década de 1970, surgió el «grupo corresponsal Guadaíra», que durante aquellos años informó regularmente de la realidad local en El Correo de Andalucía. De aquella simiente, a principios de la década siguiente surgió Alcalá Semanal. Sus contenidos y filosofía empresarial lo convirtieron en el primer periódico moderno. Su empeño por ejercer plenamente la libertad de prensa le llevó a un enfrentamiento continuo con el poder municipal. En consecuencia, tuvo una vida azarosa hasta desaparecer a finales de la década. Pero su ejemplo sirvió para que a principios de la década de 1990 surgiera El Alcalá, primera denominación de la cabecera de La Voz.


El momento no era propicio; por una parte habían proliferado las cabeceras financiadas desde las arcas municipales que se limitaban a loar los éxitos del alcalde de turno y pasaban de puntillas sobre los problemas de la ciudad. Por otra, se produjo la irrupción de las emisoras de radio y televisión locales que diversificó las fuentes de información con que contaban los ciudadanos. No obstante, un grupo muy joven se emprendió la tarea de publicar cada mes un periódico cuya enseña era la libertad y la fidelidad a sus lectores.

Su periodicidad imponía un carácter más de análisis que de información actualizada. La limitación de espacio también suponía un esfuerzo añadido de síntesis, pero aquel sueño se fue consolidando con el trabajo de su redacción y al margen de cualquier poder político o económico que pudiera limitar sus principios. Aquellas ocho páginas fueron creciendo y pronto se duplicaron para, años más tarde, pasar a convertirse en La Voz de Alcalá y publicarse cada quincena.

El periódico se convirtió en la principal fuente de información y opinión de la localidad, a medida que otros medios se transmutaban en meros portavoces de la publicidad institucional. La Voz era el lugar de referencia para conocer qué ocurría en Alcalá y sobre todo por qué ocurría.

Su vocación literaria y de divulgación cultural también fue uno de sus estandartes más destacados; el número de autores jóvenes que vieron negro sobre blanco su primera publicación es difícil de abarcar. Esta voluntad se complementó con la publicación de sus famosas postales y de un libro recopilatorio de las mismas; de varios libros de diversa naturaleza y finalmente una edición de enorme valor académico de las Memorias históricas del padre Leandro José de Flores.

En muchas ocasiones, La Voz desempeñó el papel de David contra Goliat y en más de una ocasión la honda del bravo pastor hizo tambalear la arrogancia del gigante aposentado en las covachuelas del poder.

Sus directores han sido un ejemplo de buen hacer, de esfuerzo y de compromiso con sus lectores. Qué decir de los estudiantes que realizaron sus prácticas en este humilde medio. Aquí descubrían el auténtico rostro del periodismo, no siempre dulce ni agradable.

El nuevo siglo y las nuevas formas de comunicación cibernéticas provocaron un cambio en los modos en el que los lectores, ahora usuarios, buscaban y hallaban la información.

Este desafío planteó no pocas dudas sobre la viabilidad de un medio que tuvo en el papel y en la letra impresa su razón de ser inicial. Frente a la reposada lectura, la inmediatez de la informática permite acceder a la información como nunca antes, las redes sociales posibilitan interactuar con los usuarios de forma instantánea, lo que ha transformado profundamente los medios de comunicación. Internet y los dispositivos con los que accedemos a ella nos permiten disponer en el mismo lugar de textos escritos, fotografías, grabaciones de voz y filmaciones. Los límites entre los medios tradicionales, prensa, radio y televisión se han desdibujado de tal manera que un diario en la red es todo eso y mucho más si contamos con el contacto directo con los lectores.

No obstante, La Voz de Alcalá sigue manteniendo la reflexión y la opinión como elemento sustancial de su personalidad. Nació con ese sello y se mantiene fiel a esa línea. Creo que esa naturaleza le da un carácter propio que lo distingue de otros medios y le permite un hueco destacado en el panorama informativo de Alcalá. Tal vez ahí se encuentra su éxito y su fortaleza.

Por último, es necesario reconocer la enorme labor de Enrique Sánchez en favor del periódico. Otros muchos hicieron una labor destacada en el mismo, pero sin su figura y forma de ver el periodismo La Voz no hubiera perdurado en el tiempo ni hubiera mantenido su personalidad por encima de todos los avatares vividos. Es la labor de una vida que bien merece ser continuada.

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