El 28 de mayo, el gobierno y la oposición de Alcalá se examinan. El ejecutivo, ineludiblemente, tiene que rendir cuentas de la gestión que ha realizado en estos últimos cuatro años. Es imposible realizar un análisis realista de la gestión de este mandato sin tener en cuenta un hecho tan relevante en la historia contemporánea de la humanidad como fue la pandemia de la Covid-19 y que paralizó a todo el país en 2020, con apenas unos meses de este mandato agotados.

Si bien es cierto que ha condicionado, también es cierto que a nivel global se han invertido muchos esfuerzos para que el impacto fuese el menor posible. Por tanto, no sirve como excusa la pandemia para bajar la exigencia con el gobierno municipal.

En estos cuatro años, el paro se ha reducido en Alcalá en mil personas. Teniendo en cuenta un contexto nacional de reducción de las cifras de desempleo y la ubicación estratégica de la ciudad y sus polígonos industriales, sabe a poco. Sobre todo, porque Alcalá ha tenido periodos recientes donde las cifras de empleo han sido mucho más bajas.
El gobierno ha centrado sus esfuerzos en gestionar una ingente cantidad de fondos europeos. Los Edusi, concedidos en 2018 –hace ya cinco años– iban a revolucionar Alcalá.

A día de hoy, y a pesar de las inauguraciones de edificios y parques y aperturas de calles, no se percibe la transformación de la ciudad prometida. De hecho, las inauguraciones se han tenido que hacer incluso antes de estar concluidos los proyectos para poder vender la gestión de cara a estos comicios municipales. El motivo de las prisas es que el ejecutivo de Ana Isabel Jiménez ha financiado con Edusi sus proyectos estrella que han llegado tarde para el corte de la cinta. A día de hoy, continúan las obras en La Mina y en Orellana. La falta de planificación ha hecho que en este mandato hayan tenido incluso que improvisar proyectos y revisar a la baja las promesas como la reurbanización de La Mina que se ha quedado en la primera fase, hasta el Gutiérrez de Alba.

Se trata de un proyecto de más de cuatro millones de euros para 200 metros de calle que condiciona la estética y la inversión del resto de la reurbanización hasta la Plaza Cervantes, donde, por cierto, el gobierno no consiguió realizar el baipás para el tráfico. Este ha podido ser su mayor fracaso en este mandato. El no haber podido culminar su proyecto estrella acorde a sus expectativas. Ha intentado compensarlo con otras obras de menor entidad pero útiles para la ciudad, como el Vial Intermedio.

Al tropiezo en la gestión del proyecto de la calle La Mina hay que sumar más puntos negros en la gestión. Destacan las obras del Centro de Interpretación del Castillo, paralizadas y abandonadas desde hace meses. Se argumentó la subida de precios y que pronto se reanudarían con un nuevo contrato. Mientras tanto, la maleza comienza a cubrir el abandono. Del mismo modo, las obras de ampliación del Museo continúan paralizadas y abandonadas más de un año después de su inicio.

Otro de los graves fracasos del mandato ha sido la Casa de la Juventud. En 2019, Ana Isabel Jiménez lo presentó como proyecto estrella. El proyecto ha sido revisado en varias ocasiones e incluso ha quedado desierta la licitación. En mayo de 2023, ni existe Casa de la Juventud ni existen los aparcamientos prometidos en el antiguo mercado de abastos de Madueño de los Aires. Los proyectos erráticos y el excesivo gasto de algunos de ellos han empañado los aciertos, entre ellos la recuperación del servicio de limpieza y recogida de residuos. También ha sido desmesurado el gasto en propaganda municipal y el uso electoralista de los recursos públicos.

La oposición, por su parte, se ha visto limitada en gran medida por el pacto de gobierno que firmaron PSOE y Cs y que, además de estabilidad, dio una mayoría absoluta que ha actuado como un rodillo con la permisividad del partido naranja, que olvidó su paso por la oposición. En términos generales, ha sido un mandato difícil para la oposición que, por momentos, y pese a las dificultades, ha podido hacer más de lo que ha hecho. En demasiadas ocasiones las críticas no han ido bien dirigidas y se han perdido oportunidades de ser más contundentes. También sufrió las limitaciones de la pandemia, pero no es excusa. Ahora toca pasar el examen de la ciudadanía, que será quien dé la continuidad o la alternativa para los próximos cuatro años.

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