Pese a que últimamente se oye hablar bastante de “overthinking” (en inglés, literalmente, “sobrepensar”), el concepto no es en absoluto nuevo. A la pregunta de ¿qué es el overthinking?, la respuesta más clara y directa es: dar muchas vueltas a las cosas.

Cuando se habla de overthinking, nos referimos a un paso más allá de pensar o preocuparse demasiado por las cosas. La psicoterapeuta Amy Morin, colaboradora de la publicación Forbes, señala que esta condición supone una revisión constante de cosas que ya han pasado y una preocupación excesiva por lo que sucederá en el futuro. Por un lado, cuando se produce un problema, por pequeño que sea, se tiende a insistir en él una y otra vez en lugar de buscarle una solución; por otra parte, ese “pensar demasiado” no tiene que ver con una reflexión sana que puede llevar al autoconocimiento o a plantearse objetivos alcanzables, sino que se trata más bien de obsesionarse con cosas que escapan a nuestro control o que desconocemos, y sentirse mal por esa falta de conocimiento.

Consecuencias del overthinking

El overthinking está relacionado con cierta necesidad de querer tener control y saberlo todo, pero, al mismo tiempo, ante semejante tarea, no saber cómo actuar y llenarse de dudas. Esta falta de decisión genera inseguridad e incluso puede derivar en problemas de determinación y autoestima por la falta de confianza que se tiene en uno mismo y por un acuciante miedo al fracaso.

Como consecuencia, la inquietud y frustración puede hacer que perdamos nuestra paz interior y que acabemos agotados psíquica e incluso puede que también físicamente, ya que hay personas a las que esta condición les impide dormir y ser eficientes, puesto que necesitan un esfuerzo mucho mayor para llevar a cabo cualquier tarea.

Cómo evitar el overthinking

Como decíamos, el overthinking no es nada nuevo. Siempre ha habido personas con tendencia a dar demasiadas vueltas a algo que ya ha sucedido y no pueden cambiar, o a no hacer las cosas por temor a lo que pueda pasar. Sin embargo, también es cierto que este problema es cada vez más habitual en los últimos tiempos.

Hoy en día, los cambios son constantes y tenemos que adaptarnos a ellos rápidamente; estamos en la era del exceso de información, a la que podemos acceder más fácilmente gracias a la digitalización. Además, da la sensación de que debemos ser híper productivos y hacerlo siempre bien en una sociedad en la cada vez tenemos más estímulos de todo tipo.

Por eso, ante los peligros del overthinking, es importante echar el freno, respirar y aprender a reconocer y gestionar de manera adecuada nuestros pensamientos. Para ello, existen incluso herramientas prácticas que nos pueden ayudar en esta tarea; por ejemplo, ante la indecisión, se pueden adoptar diversas prácticas que van desde la clásica lista de “pros y contras” hasta estrategias como la regla del 37% que nos ayudan a identificar qué es lo que queremos y a elegir mejor.

La reflexión, pensar bien las cosas, no es malo. Al contrario, el conocimiento nos ayudará a evitar el overthinking. Si nos conocemos mejor, por ejemplo, a través de la meditación, podremos identificar más fácilmente esos pensamientos que nos están causando estrés. Y si podemos detectarlos, será más sencillo analizar si realmente merecen nuestra preocupación o son pensamientos invasivos que no nos aportan nada.

Para combatir el overthinking, se recomienda hacer “higiene mental”, abrazar eso que se ha llamado minimalismo psicológico y que consiste en simplificar; desechar los pensamientos negativos y quedarse con lo realmente necesitamos. Si se realiza ese ejercicio mental, es muy probable que nos demos cuenta de lo valioso que es dedicar tiempo a uno mismo y a las relaciones sociales importantes, en lugar de malgastar energía en ocurrencias o situaciones que no valen la pena.

Debemos entender que la vida está inevitablemente llena de situaciones que escapan a nuestro control; aceptar que hay muchos elementos que no dependen de nosotros y que, por más que les intentemos buscar una explicación, no se la vamos a encontrar. Del mismo modo, tampoco podemos saber qué pasará en el futuro; podemos hacer una valoración, pero esta tiene que basarse en datos reales y no en anticipaciones que sean negativas por defecto.

Por último, otra manera de evitar el overthinking es recurrir a la sabiduría popular: el que mucho abarca, poco aprieta. Mejor centrarnos en lo que realmente podemos hacer y no saturarnos con expectativas imposibles. Y, como se suele decir: primero va el uno, y después el dos. Es una obviedad, pero muchas veces se nos olvida.

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