Ser de izquierda, defender la igualdad y combatir el machismo es algo más que subir selfis a Instagram con canciones de Bebe. Algunas personas son de izquierda como podrían haber sido panaderas o funcionarias. Buscaron en la izquierda un modo de vivir y no un modo de ser ni de estar ni de entender la vida. Aprendieron a ser de izquierda como quién aprende un oficio, desde la niñez y por imitación, arrimados a un tóxico poder establecido, a un aparato que lejos de irradiar valores de izquierda solo ha fomentado habilidades para trepar sin escrúpulos en las jerarquías de las organizaciones. El problema es que muchas de estas personas han acabado en la vida política, la de verdad, la que debe resolver los problemas de la gente. Existe una distancia inmensa entre lo que son y lo que dicen ser, entre lo que prometen y lo que cumplen, pero sobre todo entre las expectativas que generan y la realidad que construyen. Alcalá no es ajena a esta deriva ideológica, ambigua y bipolar, que lo mismo comulga con los postulados de la impostada progresía de Pedro Sánchez cuando ostenta el poder en La Moncloa gracias a Unidas Podemos que con los de la trasnochada Susana Díaz en Andalucía cuando pedía la abstención para que gobernase el PP de Mariano Rajoy. Tanta confusión ideológica tiene sus consecuencias. En Alcalá, mientras los vecinos y los usuarios de los servicios públicos aprovechan los plenos para visibilizar sus problemas ante la falta de atención que le muestra el gobierno municipal, a los empresarios se les recibe con honores en la sala noble del Consistorio. Al poderoso se le despliega la alfombra roja y al débil se le señala la calle para que siga pataleando allá donde no moleste.

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Licenciado en Periodismo. Actualmente La Voz de Alcalá, Sevilla Actualidad y En Andaluz. Antes en Localia TV y El Correo de Andalucía.