La confusión de la pertenencia a Alcalá del molino de San Pedro se generó por varios motivos. El primero de ellos estaba relacionado con su emplazamiento. Se encuentra en medio de la vega del Guadaíra como lo estuvo el desaparecido de la Torrecilla y siguen estando las ruinas del que se nombraba del Rincón, pero que popularmente conocemos por el Molinillo Hundido. Aunque ninguno de los tres molió para las panaderías alcalareñas, sí formaban parte de un paisaje en el que se adentraban diariamente los labradores alcalareños que bajaban a la vega.

Otro motivo de confusión fue que San Pedro les había servido de trampolín a los molineros de Mairena y El Viso que optaban por trabajar en Alcalá, para acabar completamente integrados con los molineros alcalareños, y hablando del de San Pedro como de otro más.

Por los testimonios recogidos, al menos desde el último tercio del siglo XIX, los molineros que llegaron a Alcalá vía San Pedro, solían entrar por Marchenilla. Posteriormente, alguno de ellos, se instalaba en los molinos del Guadaíra. En un valle perdido en la memoria, se les sigue el rastro a varias familias molineras que siguieron el itinerario indicado, y sólo una que lo realizó en sentido contrario.

Félix Hornillo pasó de los molinos alcalareños al de San Pedro y allí murió en los primeros años del siglo XX. Gertrudis Díaz, su viuda, permaneció allí mismo al amparo de su hijo Félix Vinagre.

Antonio Hornillo Díaz (1870-1935), conocido como Félix Vinagre, permaneció al frente de la familia. Se casó con Sebastiana Prenda, hija de uno de un panadero mairenero y tuvieron ocho hijos. A comienzos de la década de 1920 se vuelve a Alcalá por Marchenilla, y hacia 1930 deja definitivamente la ribera.

Francisco López Pérez, maestro de Educación Primaria, licenciado en Geografía e Historia, colaborador habitual en la presa local alcalareña.

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