Mi río desde que nació era un río caudaloso y alegre. Con sus aguas claras y cristalinas de risas cascabeleras. Cuando con su inmensa alegría se precipitaba como un niño travieso por los toboganes de las «azuas». En él se miraban encandilados los pintores que con sus viejos y gastados pinceles dejaban reflejado en el lienzo la belleza sublime del río.

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