No hay memoria de nada similar: la suspensión de todos los actos públicos asociados a la Semana Santa no solo no se recuerda, tampoco hay registro de ello. Durante la II República, en 1932, las autoridades municipales avisaron de que no iban a garantizar el mantenimiento del orden público durante el recorrido de los pasos, algo que desembocó en la suspensión de las procesiones.

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